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El transporte, un oficio de riesgo en Ecuador

Los constantes ataques a camioneros ya no son noticia en las emisoras locales. Otro camión ha sido atacado en la carretera que va de Quito a Guayaquil. Siete hombres armados hasta los dientes con dos camionetas han interceptado un vehículo que transportaba productos químicos.

El conductor y su ayudante han abandonado el camión con los bolsillos vacíos al borde de la carretera, y han huido como almas que llevaba el diablo. Saben que sus vidas están en juego si permanecen junto al vehículo.

A veces, los choferes son obligados a pagar un rescate para recuperar el camión. En este pequeño país situado sobre el ecuador y que recibe el mismo nombre, el peligro está presente siempre y en cualquier lugar.

Transporte Ecuador

Las chabolas de Quito están situadas entre junglas amazónicas y haciendo frontera con Colombia -el país está al borde de un abismo-. A finales de los años noventa, con el fin de frenar una fatídica inflación en su economía, el Gobierno adoptó el dólar como moneda oficial del país. Una verdadera catástrofe, puesto que fue peor el remedio que la enfermedad.

En pocos años, la economía de Ecuador se ha visto devastada y los precios han alcanzado cifras desorbitadas para muchos lugareños.

Los primeros en acusar esta desastrosa situación fueron los transportistas, que todavía hoy pagan un precio demasiado alto por los errores que cometieron sus dirigentes.

También el resto de la población afronta pagos desproporcionados por servicios considerados de primera necesidad.

Sánchez está al volante de su Peterbilt, y como él, decenas de choferes esperan y matan el tiempo hablando de los viejos tiempos, del clima o de cuándo la vida será menos dura. Estamos cerca de la frontera con Perú, eterno enemigo. Quito y Lima no se pusieron jamás de acuerdo por un pedazo de tierra que separa ambos países.

El resultado son los conflictos armados que estallan regularmente y que se acentúan en la estación de lluvias.

Transporte Ecuador

Sánchez es un “cholo”, un mestizo originario de las montañas. Tiene la tez de color cobrizo y es bastante bajito, pero muy robusto. Como la mayoría de los ecuatorianos, no es muy charlatán.

Lleva consigo el rencor de un pueblo al que le han robado y se encuentra extranjero es sus propias tierras. La desconfianza y el resentimiento hacia los blancos son profundos, y no dejamos de sentirlos en todo el viaje. Ni se sabe de qué año es su Peterbilt ni cuántas veces ha dado la vuelta el contador del cuentakilómetros.

Transporte Ecuador

Estados Unidos se deshizo de sus viejos camiones, aquellos que no pasaban los controles de seguridad, y los exportó hacia América del Sur. En cierta medida, es comparable a lo que hace Europa con África.

Un poco de pintura y cuatro arreglos mecánicos, y sin darse cuenta están en las carreteras de Ecuador viviendo una segunda vida útil. El retiro de estos camiones se precipita cuando no pueden ascender las cimas de hasta 6.000 metros de altitud de la geografía andina cargados en exceso, o cuando ya no cumplen las exigencias de los conductores ecuatorianos, que no serían el mejor ejemplo a seguir para alcanzar una circulación plácida y serena en el territorio.

Seguridad en el transporte

Para llegar a Riobamba es necesario tomar “la avenida de los volcanes”, esta carretera que sigue la espina dorsal del ecuador, es donde habitan los indios. Estamos a 3.000 metros de altitud y el oxígeno escasea. En la lejanía vemos el Monte Chimborazo, que se alza hasta los 6.310 metros, recubierto de nieve.

En esta zona, nada ha cambiado desde hace varios siglos. El poder, administrativo y comercial, pertenece a los blancos. El mundo del transporte no es una excepción. Encontramos mestizos conduciendo camiones e indios como cargadores, pero el negocio no les pertenece.

Sánchez habla por boca de los habitantes de la sierra: “Nos retiraron nuestra moneda nacional para imponernos el dólar en nuestros bolsillos, pero no tenemos la misma protección social que antes. Aquí aseguran los camiones pero no la vida de los choferes”. Una humillación más.

Desde que hubo la dolarización, los peruanos pasan la frontera para venir a trabajar en negro y cobrar un jornal en dólares. Invaden todos los sectores de la economía, incluido el transporte. “Luchamos contra aquellos que vienen rompiendo los precios del mercado ecuatoriano”. “Los sindicatos están creados para protegernos, pero están en manos de los patrones”, continúa Sánchez, “para qué pagar a un ecuatoriano 400 dólares cuando un peruano puede hacer el mismo trabajo por 300”.

Entonces, viendo la situación, los jóvenes son más susceptibles de arriesgar sus vidas para abandonar su hogar. Como los 120 desgraciados que pagaron hasta 12.000 dólares para pasar ilegalmente a Estados Unidos y su barco fue interceptado por las autoridades en Guatemala.

En los alrededores de Quito es difícil encontrar un gringo. Los ladrones están por todas partes, al acecho de una posible víctima. La propia policía no se aventura por estos barrios de noche.

Al finalizar la jornada, los transportistas desfilan hasta un parking de una estación de servicio custodiada por un grupo de vigilantes armados. Los indios esperan a los chóferes, que les pagarán algún dinero por descargar su camión.

Sánchez gana alrededor de 400 dólares al mes, más 10 diarios en concepto de dietas, un salario desmesurado en proporción al país, que es uno de los más pobres de América Latina.

Hace diez años no cobraba más que 12 dólares mensuales, cantidad que muestra realmente el nivel de vida de la población. Ahora, los inversores se van al extranjero, asustados por estos sueldos que sobrepasan cientos de países europeos.

Transporte Ecuador

Mientras tanto, la corrupción de agentes aún es más visible. A título de ejemplo, un carnet de conducir camiones puede comprarse por unos 400 dólares en un pago inicial, más 100 cada cuatro años para conservarlo.

Este dinero va directamente a las arcas de la policía. Así que para circular por Ecuador se necesitan grandes dosis de sangre fría. Para ganarse la vida en esta profesión hace falta arriesgarla. Un conductor profesional involucrado en un accidente pierde su trabajo y será reemplazado rápidamente por otro, orgulloso de acceder a este empleo.

Los patrones regentan sus empresas como en la época feudal lo hacían los señores con sus feudos, y la vida de los choferes se reduce a hacer miles de kilómetros para poder sobrevivir y ganar un sueldo digno.

Transporte Ecuador

Al otro lado del pequeño puente que cruza un riachuelo de montaña se encuentra Colombia con sus cárteles de la droga, su guerrilla y sus mujeres que ostentan la reputación de ser las más bellas de la América Latina.

Sánchez espera la apertura de la aduana para visar sus papeles antes de continuar hacia Ipiales, la ciudad fronteriza en Colombia, para recoger un cargamento de papel. A pesar de los problemas, Colombia es un país fuertemente industrializado que exporta infinidad de productos hacia sus vecinos mucho más pobres.

En la zona inferior de la carretera, algunos indios quechuas duermen recogidos bajo sus ponchos. Bebieron hasta bien adentrada la noche y no pudieron regresar a sus montañas.

Para los mestizos como Sánchez, que sólo sueñan con el estilo de vida americano de los blancos, llamarle “indio” es el peor de los insultos. El paso por la frontera no pone demasiados problemas para un chofer ecuatoriano, no se arriesgará a rodar por el interior de Colombia. “Sería un suicidio” explica Sánchez, “Ahí abajo sólo circulamos en convoy, protegidos por la policía y el ejército. De otro modo es imposible”.

Ecuador podría considerarse un país de enorme riqueza, con las plantaciones de café, las bananas, la caña de azúcar, el petróleo descubierto en la selva amazónica y las piedras preciosas. Podría haberse construido una base sólida para su economía y no depender de ninguno de los países vecinos, y aún menos de Estados Unidos.

Pero, desgraciadamente, una minoría en el poder, que nada parece poder desbancar desde la época de los conquistadores, continúa guardando sus privilegios de la Edad Media. Con un gesto lento, Sánchez pone un cassette en su radio.

Una voz triste suena, “se cortó las venas” cuenta Sánchez. El ídolo de todos los miserables de Ecuador canta la miseria de su país: “No voy a la taberna a matar mi pena…”, tararea Sánchez mientras continúa su viaje.

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