El placer de amar una profesión se convierte en algo increíble cuando percibes que dicha profesión también te ama a ti. Esa es la sensación que a una edad tan temprana como los 27 años percibe Silvia de Ágreda cada día.
Para nuestra protagonista del ‘Soy camionera’ nunca hubo más misterio que el de creer en sí misma. No esperó a que nadie le ofreciera flores de futuro y creó su propio huerto-jardín en el que sembrar su profundamente arraigado corazón rutero.
Esta salmantina, afincada desde hace 7 años en Palencia, tuvo clarísimo desde que era niña que quería seguir los pasos profesionales de su bisabuelo, su abuelo y su padre. “Dentro del camión me siento la persona más feliz del mundo –nos confiera, sonriente siempre–. Nunca tuve duda de mi vocación rutera, y si alguien la tuvo a mi alrededor, nunca le di razón alguna para ello”.
Acabada la ESO, y cuando muchas compañeras miraban de reojo una carrera o un puesto administrativo, Silvia decidió estudiar un grado medio de carrocería. “Ahí aprendí cosas muy interesantes relacionadas con chapa y pintura, pero en cuanto pude me fui sacando correlativamente los permisos de coche, rígido y tráiler; así como el CAP y el ADR.
Enseguida encontré trabajo de chófer en la vallisoletana Iglesias Vallejo, transportando bovinas de papel y cartonaje; pero el destino me tenía guardado un sitio en un sector en el que ya mi padre y abuelo crearon escuela, que es el del transporte de cerveza. Transportes Hermanos Vivar (Burgos) me ofreció la posibilidad de llevar una lona para transportar este líquido elemento en todas sus variantes.
Tiempo más tarde –recuerda con entusiasmo– me hicieron una oferta muy interesante en la empresa M. Guerra, de Benavides de Órbigo (León), donde estoy más que satisfecha con el camión que conduzco y las rutas que tengo asignadas a diario en el campo de la cerveza”.
Gas y espuma a fondo
El Volvo 500 que conduce nuestra protagonista carga barriles, cajas y paletizados (básicamente de San Miguel y Mahou) en Burgos o Guadalajara, teniendo como principales destinos Galicia y León.
En todos los casos vuelve con envase y deja el camión en la misma Palencia, a cuatro pasos del hogar familiar. Suele dormir en casa, donde comparte espacio con su hermana pequeña y sus padres, Ángela y Paco.
“También duermo en el camión alguna vez por semana, sobre todo cuando viajo a Galicia. Aquí descanso como un bebé, y más desde que me puse el colchón viscoelástico Truckhome, del cual hicisteis en Solo Camión un reportaje hace poco.
Ciertamente ya no me imagino sobre una litera original de camión. Con mi jefe –prosigue con gesto emocionado– tengo una suerte tremenda, pues me deja tener el camión prácticamente por mío. Puse suelo y cortinas, además de tapizarlo a mi gusto; y todo ello lo pagó la empresa, sin tener ni siquiera que pedirlo”.
Al jefe del que nos habla De Ágreda esperamos disfrutarlo más pronto que tarde en nuestras páginas, pues Silvia nos habla de él con auténtica devoción y cariño. Solo con decir que tiene 94 años, poco hay que esforzarse para dejar claro que se trata de alguien especial.
“Manuel Guerra tiene esa edad, pero os aseguro que nadie lo diría. Uno de los chóferes más veteranos hace las labores de encargado, pero él gestiona todo lo relativo a la empresa y es el que compra los camiones. Le admiro muchísimo –se explaya Silvia– y me entiendo a la perfección hablando con él. Transportes M. Guerra tiene seis camiones y todos los chóferes te dirán lo mismo que yo”.
El soplo juvenil y delicado que se desprende de Silvia la hace estar más que acostumbrada a que se la queden mirando con indisimulada curiosidad al bajarse de su camión en un muelle, una fábrica o una estación de servicio. Cuando alguien la presenta a un tercero, es habitual un preámbulo tipo “¿a que no sabes a qué se dedica esta chica?”.
Pues sí, es camionera, y tiene meridianamente claro que de ahí no le va a mover nadie, pues en torno al camión giran todos y cada uno de sus anhelos vitales.