Cuando abrimos la sección «soy camionera« lo hicimos con Oti, a sus 32 años ya llevaba diez dándole a la rosca. Nos trasladamos hasta enero de 2017, a Zaragoza. Allí conocimos a nuestra protagonista. Mucho le ha cundido. Y tanto. Incluso, a uno se le escapa más de una sonrisa cuando recuerda lo que escribió. Y lo ha pasado.
Será por aquello de ser mujer en una profesión eminentemente masculina que ha tenido que ir forjándose una armadura que la parapeta de casi todas las injusticias cotidianas que tiene que sufrir, que las hay. Pero ella no se corta un pelo y pone firme a quien haga falta. Sus razones no le faltan.
Bajo ese armazón, esta gallega de nacimiento y palentina de adopción guarda la dulzura personificada. Con ella, con Oti Cabadas, pasamos una agradable tarde de risas, charlas, fotos, muchas fotos, y de nervios, también muchos. Es que no todos los días vienen los del Solo Camión a entrevistarte.
“Mi trabajo es mi pasión. Chófer profesional, lo que viene siendo camionera”. En esta frase colgada en una red social, nuestra protagonista se autodefine. Resume lo que hoy le da de comer y lo que con tanto esfuerzo y dedicación ha conseguido.
Para muchas, abrazar esta profesión, desde luego tan poco valorada socialmente, tiene un componente familiar, un padre, un hermano, algún tío camionero. En el caso de Oti, más bien fue el amor el que la llevó a subirse a la cabina de un camión.
Con 19 años trabajaba en un restaurante, punto de parada habitual de Oliver, un transportista de Aguilar de Campoo que alteró el rumbo vital de la que hoy luce en estas páginas. Galicia y la restauración pasaron a mejor vida. Lo que tiene el amor.
Al poco tiempo, Oti ya conducía un Renault AE Magnum, la famosa cosechadora. “Empecé en la misma empresa en la que trabaja Oliver. El jefe me conocía y me tenía mucho cariño, así que me dio un camión para cubrir la ruta Valladolid-Irún llevando piezas de automoción.
Fue mi primer trabajo y estuvo muy bien. Luego hice internacional, también la ruta nacional entre Palencia y Pamplona, esa sí que fue una maravilla, estaba todos los días en casa”.
Orgullosa de ser camionera
Aunque el inicio en la profesión fue más o menos sencillo, no siempre ha sido así. “El mundo camionero me encanta, me fascina escuchar sus historias, me gusta hablar con ellos.
Lo que me cuesta es el primer golpe, que también puede ser por las pintas que llevo, pero bueno. Realmente me abruma que la gente me mire. Es algo que llevo fatal.
Creo que tengo el récord de comer rápido en un restaurante. Lo que está claro es que cuando repito en los sitios, no hay ningún problema, pero cuando vas de nueva, todo cuesta como el doble o el triple. Lo primero que tengo que hacer es demostrar; una vez que haces bien tu trabajo, te aceptan”.
Oti va con pies de plomo, no quiere que de sus palabras se desprenda que parece que se avergüenza del gremio. Ni mucho menos. En todo caso podrían decirle que contribuye a profesionalizarlo.
Su compañerismo, su pasión por lo que hace lo ponen de manifiesto. De todas formas, Coco como la llaman desde que hace 8 años estrenara esta atrevida imagen que hoy da color a estas páginas, nos cuenta algunas frases que deberían estar proscritas. “Es cierto que cuando he ido a buscar trabajo con Oliver no he tenido problemas.
De esta forma te tratan como un paquete. En cambio, cuando he ido sola, la cosa ha sido más complicada. Y es que he llamado a empresas en las que directamente me decían que no trabajaban con mujeres. En otras, me han llegado a decir que si sabía dónde me metía, que me iba a matar o que si en tres días iba a salir corriendo.
En una ocasión, incluso me hicieron una prueba que consistía en abrir y cerrar la lona, con otros chóferes (en masculino) mirándome y sin que ellos tuvieran que hacer nada. Los habría mandado bien lejos pero necesitaba el trabajo. Qué sabrán ellos, a caso me conocen. Pero bueno esas cosas ya no me afectan”. Indignante, todo ello.
En estos diez años de ruta, Oti las ha visto de todos los colores, incluso durante varios años trabajo a dobles, esto es, compartiendo cabina con su pareja.
“Cada uno quiere llevar las cosas a su manera, sobre todo al principio. Hay que buscar un equilibrio, el necesario porque es un espacio muy pequeño y son muchas horas las que pasas juntos. Recuerdo una vez que nos pasamos dos meses dando vueltas por Europa”.
En una empresa estuvieron cuatro años trabajando así e incluso en Bonavia, la compañía en la que los dos están ahora, comenzaron compartiendo camión. Ahora cada uno hace su ruta.
Aunque en ocasiones salen las normales discrepancias, Oti nos puntualiza que quiere darle las gracias a Oliver “por todo lo que me ha enseñado, que todo lo que ha aprendido es gracias a él y sobre todo por su apoyo incondicional. Él lo lleva bien que yo sea camionera, al principio era muy protector, pero ahora pasa de mí”, nos dice entre risas.
Como decíamos anteriormente, ahora nuestra protagonista trabaja para Bonavia, para la que maneja un Renault Trucks T460 con lona. “Aquí no tengo ruta fija.
Durante la semana siempre estoy fuera. Hago Zaragoza-Palencia, Tarragona-Zaragoza, a Irún. El viernes voy a la fábrica de Renault en Palencia y ya me quedo en casa. Siempre sola, aunque coincido bastante con Oliver, pero eso sí, para comer, cenar o tomar un café”.
La soledad que va pareja a la profesión se agrava en el caso que nos ocupa. Oti nos cuenta que lo lleva bien aunque “muchas veces echas de menos encontrarte con gente conocida. Además yo siendo chica no puedo abrirme tanto como un chico. Si eres simpática se creen que quieres algo más; si no hablas, eres rata. Siempre tienes que ir midiendo”.
Aunque Oti prefiere ir sola, los momentos de descanso o paradas obligatorias los rellena leyendo o haciendo turismo cuando puede.
Lo que nunca puede faltar es su PitufasFashion, un grupo de WhasApp de camioneras formado junto a Ángela, Rosi, Aran y Rocío. “Nos ayudamos mucho. Nos conocimos por Facebook hace dos años y cada día nos contamos todos nuestros problemas, nos entendemos y nos animamos mucho.
Es un trabajo que pasas muchas horas sola, así que ellas son un gran apoyo. Yo siempre duermo en el camión. Te acostumbras. Tomo mis precauciones, como encerrarme por dentro o no dormir en el sitio donde ceno. A veces me obsesiono, pero todo lo que pueda protegerme no está de más”.
De todos esos momentos, lo que peor lleva Coco es el de la ducha. “Llegar a áreas de servicio, incluso algunas nuevas, y que te miren raro por pedir una zona de duchas para mujeres fastidia.
Al final te tienes que acabar metiendo en el lavado de hombres. Eso no lo llevo bien”. Indignante, otra vez.
Comenzábamos este reportaje hablando de la armadura que se había forjado para soportar las injusticias con las que permanentemente tiene que lidiar, que no son pocas.
A pesar de los nervios por la entrevista y las ganas por ver el resultado, Oti nos señala que le “parece muy bien que pongamos en marcha esta sección.
Las compañeras me han animado a que salga en la revista para intentar romper estereotipos. Me han dicho infinidad de veces que no parezco camionera. Pues sí, lo soy y orgullosa de ello”. Y nosotros tan contentos de todo lo que ha pasado desde la fecha.