Creció en Kentucky en una familia de transportistas y pronto se empapó tanto del gusto por el volante como del country y el gospel sureño. Dos pasiones que vive con orgullo y un profundo respeto. Hoy, Tony Justice acumula cuatro álbumes, una legión de fans y cerca de 2,5 millones de kilómetros recorridos a bordo de su Peterbilt.
Esta semana a Tony le ha tocado viajar desde Greeneville, Tennessee, hasta Little Rock, en Arkansas, con un cargamento de tapones para frascos de mantequilla de cacahuete. Mil kilómetros de trayecto sobre la I-40 más otros tantos para volver a casa.
Un trabajo más, una semana normal. Desde hace más de veinte años, Tony vive en la carretera de lunes a viernes, como tantos otros profesionales del transporte. La diferencia es que él, además, tiene un segundo trabajo: Tony Justice es cantante de country.
Nació en California en 1969, pero su familia se instaló pronto en una región rural de Kentucky. Allí, pasó la mayor parte de su infancia construyendo fuertes en el bosque, pescando y viviendo como Huckleberry Finn.
En casa, el negocio giraba en torno a los camiones. Su padre, Bob Justice, y sus tíos trabajaban de transportistas para varias explotaciones mineras de la zona. Así que la maquinaria pesada se instaló rápidamente en el universo del pequeño Tony. Y como primera banda sonora, el gospel.
Su madre, Sharon, era pianista y cantante del coro de la iglesia. Así que Tony no tardó en hacerse hueco en la banda. Tenía siete años cuando debutó como bajista.
Desde ese momento, la música moldeó los anhelos de nuestro protagonista. De los 23 a los 29, Tony actuó por todo el país y no fue hasta que cumplió los 30 cuando sintió que había llegado el momento de subirse al camión. Parecía que el sueño de convertirse en Merle Haggard –su ídolo musical– cedía el testigo a su ídolo camionero: su padre.
Veinte años después de convertirse en transportista profesional, hoy el nombre Tony Justice resuena entre un buen grupo de fans de la música country norteamericana. Cuatro álbumes en su haber, decenas de letras que hablan del oficio del camionero, de historias de orgullo y sacrificio.
Un canto nostálgico a los “good old days” –los viejos tiempos– y una manera de darle las gracias a aquellos que, como él, se pasan media vida en la carretera. “Somos los últimos ‘cowboys’”, dice Tony en su última canción. Sabe de lo que habla.
“Los camioneros son el eje de la economía estadounidense, simple y llanamente”, nos cuenta el artista por Internet desde su casa, en Tennessee. “Desde la pandemia, el respeto por los camioneros se ha disparado. Todo el mundo alaba ahora nuestro trabajo.
Es como si estuviéramos otra vez en los setenta”. Para Tony, mucho del respeto perdido estos años es responsabilidad de las grandes empresas y sus bajos estándares de calidad en la contratación. “Por fortuna, aún hay un montón de buenos profesionales que también representan esta industria”.
Cuando en el año 2000 se subió al camión, parecía que su carrera como artista quedaba finiquitada. Sin embargo, en los últimos ocho años, la inspiración artística ha vuelto a su vida y desde el Purgatorio –como llama a la cabina de su Peterbilt–, la carrera musical de Tony se ha relanzado.
“Desde el punto de vista de la creatividad, el camión hace que escribir sea más sencillo. Cuando te dedicas a recorrer el país, encuentras inspiración en cada rincón. Eso sí: el tema de combinar el camión con los conciertos, las grabaciones, los vídeos… puede hacerse abrumador”.
Con una agenda laboral tan apretada –Tony hace, de media, 4.500 kilómetros a la semana–, el negocio musical solo funciona si el apoyo familiar es total. Su pareja, Misty, es un pilar fundamental en este aspecto.
Ella se encarga del sello discográfico (Tony trabaja bajo su propio sello independiente) y los hijos ayudan con la venta de productos y los conciertos, que durante la época de concentraciones camioneras, en verano, se multiplican. “La familia es siempre lo primero”, asegura Tony.
“Si ellos no pudieran formar parte de mi faceta musical, entonces probablemente lo dejaría y me convertiría en Tony, camionero y hombre de familia”.
Sobre si algún día se plantearía dejar de conducir en favor de una carrera como artista, Tony lo tiene claro: “Esas cosas se las dejo a Dios. Si tengo tanto éxito como para poder hacer un tour musical por todo el país, claro que lo haría, ¡pero me tendrían que dejar conducir el camión-escenario!”.