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El Renault D-20 Turbo 200 de Toni Vidal

La infancia de Toni Vidal es un álbum fotográfico repleto de camiones. Su abuelo, su padre y su tío trajinaban con leña del monte mallorquín y la bajaban a Palma. En su memoria tiene instantáneas de carros tirados por mulas, de un viejo Ford 8, de un Comet, de un Ebro…

Se podría decir que el desarrollo de la industria del camión en nuestro país ha ido pasando por sus ojos al mismo ritmo que crecía la modernidad (la modernidad y el propio Toni, claro). A mediados de los 70, la empresa familiar toma la deriva de la construcción, y poco después Toni entra como aprendiz de mecánico en un taller Renault.

Allí estaría formándose como mecánico durante cinco años, luego llegaría el turno del servicio militar, y en 1986 se sube definitivamente a un camión de Transportes Vidal, donde hoy sigue al pie del cañón, ahora ya con 18 vehículos especializados en obra.

Renault D20

Entre esa flota, Toni ha guardado un hueco para varios camiones antiguos. Ojo: no pretende dar forma a un museo; lo suyo es recuperar vehículos con un pie en el desguace para meterlos en el once titular de su equipo. Es decir que vuelvan a rodar cargados de áridos o material de construcción.

En su día ya os hablamos de un Pegaso 1184 Bocanegra matriculado en 1985, pero en la plantilla destacan también otros ochenteros como un Pegaso 1223, un Pegaso Midler de 1988 y este Renault D-20 Turbo 200 con motor Barreiros, matriculado en 1983.

Reconoce que no es el más cómodo de la flota, pero tampoco le echa en cara defectos graves: “Funciona perfecto. En su época marcaba el paso, era un exponente, y aunque Pegaso ya tenía motores con más caballos, este siempre generó una sensación de mayor potencia”.

Renault D20

Es precisamente el brío de la mecánica —motor Barreiros BS-16 de 200 CV con turbo— una de las características que más valoró Toni a la hora de ir a por el Renault. Eso y su estética. “Me llamaba la atención su presencia, era un vehículo que vestía mucho con ese spoiler. Y además de la potencia ya venía con 8 marchas sincronizadas.

El objetivo era recuperarlo para trabajar, y el Renault ha respondido tal y como se esperaba de él. Entre otras cosas, porque su desgaste mecánico era irrisorio. “Lo descubrí hace más de 20 años en una fábrica de tejas de Manacor”, explica Toni. “Entonces solo lo usaba el dueño del negocio, y se pasaba épocas enteras tapado bajo una lona y sin funcionar.

Movía tierra, y arcilla para hacer tejas y derivados. Tenía buen trato con el propietario y llegamos a un trato: cuando se jubilara me llamaría para vendérmelo”. Y cumplió. Dos décadas después, Toni recibió la llamada y se fue hasta Manacor a buscar su D-20. Llevaba mucho tiempo parado, pero el cuentakilómetros no marcaba más de 90.000 km.

Nuestro protagonista y su compañero Raúl —otro enfermo de los clásicos— se encerraron durante cerca de tres meses, cada fin de semana, a trabajar en la restauración del Renault. El hecho de no haber sufrido mucha exigencia a lo largo de su vida —20 o 30 km por semana— generó irónicamente bastantes horas de faena.

“Todo lo que eran aluminios del motor, las tapas del enfriador de termostato, etc., estaban muy erosionados por las temporadas sin arrancar”, cuenta Raúl. “Además, tuvimos que regularle el embrague y darle un buen engrasado”.

Los problemas estaban originados por la falta de uso —los neumáticos eran los originales, pero estaban rajados de no rodar—, aunque el estado general del vehículo era bueno. “La chapa estaba perfecta —continua Raúl— y los elementos eran originales. Nosotros lo pintamos del mismo color de fábrica, lijamos el basculante y sustituimos algunas partes cuya madera estaba en mal estado”.

Durante el proceso, cambiaron las ballestas traseras porque llevaban algunas soldaduras de las que Toni no acababa de fiarse. “El repaso fue exhaustivo: cambio de aceite de dirección, de cambios, de diferencial, de motor, filtros, correas, filtro de la caja de dirección… y como nuevo”, asegura el dueño.

Los dos restauradores contaron, asimismo, con la colaboración inestimable de otro modelo Renault, un Turbo 210, que hizo las veces de donante. “Es curioso —dice Raúl—, pero parece que en cuanto recoges un vehículo como donante empiezas a necesitar todo tipo de piezas. La verdad es que nos vino muy bien”.

Renault D20

Ballestas, bomba inyectora, tapa de compresor de aire, tornillos y varios detalles pequeños se extrajeron del Turbo 210, que aún descansa en las instalaciones de Transportes Vidal listo para echar un capote.

Con 33 años a sus espaldas, este ochentero anaranjado mantiene su brío original. Toni visita obras habitualmente montado en el D-20 y no echa en falta nada, excepto quizás algo de amortiguación en la cabina. “Del resto no tengo queja”, dice Toni sonriendo.

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