Con cinco años, esta camionera pasaba noches de verano despierta para que su padre no se fuera de ruta sin ella, y luego se dormía en el camión. Su hijo, a la misma edad, le acompaña algún sábado con un heredado entusiasmo, calcado al que ella tenía.
Los genes (los gérmenes, como decía cariñosamente la querida Carmen Sevilla sobre el clan artístico de Lola Flores) son generosamente obstinados la mayoría de las veces. Ana Mari, cuyo padre y hermano son camioneros, y que en la empresa Futuro e Hijos donde trabaja comparte espacio con su marido y un primo, lo vive tanto en primera persona como en la de su hijo Oliver, que no pone problema alguno si ha de levantarse un sábado a las 5 de la mañana.
A su tierna edad ya sabe distinguir perfectamente en el puerto palas, dumper, lagartos y barcos de todo tamaño.
No obstante, hay que aclarar que en sábado nuestra protagonista raramente sale a la ruta, a no ser que la oferta valga mucho la pena. Conciliar la vida familiar con un marido que comparte el oficio no resulta sencillo, pero tienen la suerte de contar con los abuelos Matilde e Ignacio, que viven al lado y se acercan a su casa a las 6 de la mañana para más tarde levantar a Oliver y prepararlo para ir a la escuela.
En el cortijo de sus otros dos abuelos, Ana y Juan, es donde duerme el Scania de Ana Mari, cuya jornada laboral da comienzo cuando el sol todavía no ha asomado la nariz. “El oficio de transportista me gusta con delirio, pero no logro entender el desbarajuste que a veces se da con los horarios. Se montan unas colas a media tarde –se lamenta–, que me invitan a pensar que hay jefes que no quieren llegar a su casa”.
Ana Mari se dedica fundamentalmente a trabajar en la cantera de yeso de Sorbas (Almería), que pasa por ser la segunda cantera más grande del mundo a cielo abierto, con una producción en masa de ese mineral destinada a los cinco continentes. En función de si su bañera con lona lleva destino a los puertos de Garrucha, Carboneras o la propia Almería, ella puede hacer entre 4 y 8 viajes diarios.
“Hasta hace poco era la única mujer que trabajaba en toda la cantera, entre más de un centenar de camioneros –ríe Ana Mari–, pero hace muy poco ha entrado otra muchacha llamada Cruz. Vamos a nuestro aire, como es lógico encima de un camión, pero siempre te complace tener al menos una compañera.
Con los hombres mi experiencia es prácticamente siempre positiva y cooperadora, pero no falta a quien le cuesta aceptar tenerte delante en una cola o que les adelantes. Yo conduzco un Scania R500 V8 y, como no cuesta imaginar, puedo ir como un tiro cuesta arriba”.
Sus primeros salarios los obtuvo en faenas como envasar tomate y otras tareas lo suficientemente mecánicas como para que su mente fuera ideando un futuro rutero.
“Como en mi casa no hacía mucha gracia que fuera camionera –recuerda ahora con una sonrisa–, conseguí que mi madre me pagara el permiso de conducir y guardara en secreto mis intenciones hasta, al menos, tener el carnet de rígido y el teórico de tráiler. Todo resultó a pedir de boca y, al margen de un año en el que me bajé del camión por tener a mi hijo recién nacido, en nuestra empresa familiar, donde también hago alguna labor de contabilidad, formamos una gran piña”.
La Futurilla
El Grupo Torralba, firma puntera en la extracción y comercialización del yeso en sus más variadas configuraciones, y que extrae unos cuatro millones de toneladas de yeso anuales que se exportan por mar, es el principal abastecedor de trabajo de Ana Mari Muñoz. No obstante, de manera puntual puede hacer algún porte para Saint-Gobain Placo o coger algún frigorífico al enganche para la empresa de Transporte Nacional e Internacional J. Cano, con sede en la localidad almeriense de Antas.
A la andaluza que hoy recrea el espacio de Solo Camión la conocimos en el circuito de Cheste, adonde acudió con su hijo y su marido para presenciar las carreras de camiones. Si en concentraciones camioneras en el Jarama, Villanueva de Algaidas o Albox os encontráis con ella, es porque es una auténtica enamorada de su trabajo y sabe enhebrar lo lúdico y lo profesional de este oficio.
En foros de camioneras le gusta dar sus opiniones y captar el ambiente, al igual que en otros de naturaleza más variada, como el de Cobras en la Ruta. “Me encanta lo que hago, aunque lo que peor llevo es no ver a mi hijo lo que quisiera y que venga corriendo a acurrucarse cuando llego a casa por la tarde.
Con jornadas así es difícil plantearse tener otro niño –reflexiona–, así que para el día de mañana quién sabe si me propondría el compaginar el camión con tareas de oficina que me permitan unos horarios más lógicos”.
A nuestra camionera almeriense la llaman la Futurilla, alias que le viene de su padre, apodado Futuro, tal y como podemos apreciar en el frontal de su camión.
En una cantera abandonada, propiedad del citado Grupo Torralba, esta mujer nos brindó una mañana de simpáticas fotos y dulce conversación. Puro brío a cielo abierto que ilustra toda una vida ligada al volante de un camión.