Buscar una vida mejor. Solo son cuatro palabras, pero su significado resuena de forma estruendosa en la cabeza de todo aquel que se arriesga a convertirse en inmigrante ilegal. Esa meta lleva a cientos de jóvenes marroquíes, la gran mayoría menores de edad, a buscar por todos los medios la manera de alcanzar la Península desde puntos como Melilla. Una vez que consiguen entrar en la Ciudad Autónoma desde Marruecos, muchos de ellos ven en los camiones de transporte su principal escapatoria.
Con tal de conocer de primera mano las circunstancias con las que deben convivir a diario los camioneros que se encargan del transporte entre Melilla y la Península, realizamos el trayecto en ferry entre la Ciudad Autónoma y Motril, en ambos sentidos, con la naviera Armas. En primer lugar, cabe señalar que el puerto granadino es uno de los que más crecimiento está registrando en el sur del país en lo que respecta a tráfico de camiones con el norte de África. Las líneas marítimas que lo unen con Melilla, Nador, Alhucemas o Tánger le aportan un importante potencial comercial. Entre las principales mercancías que se transportan desde la dársena de Motril se encuentran fruta, hortalizas, material de construcción, ropa y celulosa.
Este puerto cerró el año 2016 con un movimiento cercano a los dos millones de toneladas de mercancías, lo que supone un importante crecimiento con respecto a los años anteriores. La mejora se debe, en parte, al aumento de la tara de las plataformas de camiones que se desplazan con carga, que creció alrededor de un 45 % el año pasado si se compara con los datos de 2015.
Desafortunadamente, en paralelo a estos optimistas datos desde el punto de vista comercial, este es uno de los puertos que recibe a diario la problemática de la inmigración ilegal entre Marruecos y España, vía Melilla. Y es que los camioneros que cubren estas rutas se ven inmersos a menudo en situaciones nada agradables, ya que, por un lado, tienen que ejercer de vigilantes constantes y, por otro, ven cómo se frustran una y otra vez los sueños de estos jóvenes.
Las autoridades españolas y las marroquíes colaboran de forma muy estrecha desde el punto de vista de la seguridad para reducir los intentos de los polizones de introducirse en los camiones. Sin embargo, pese a que saben que la vigilancia es extrema, ellos no dejan de intentarlo una y otra vez. Es su sueño.
Al conversar con algunos de los camioneros que realizan estos trayectos, sus testimonios nos pusieron de manifiesto que no es una situación nada fácil. Es el caso de Félix Cava, que lleva quince años en la profesión, la mayor parte de ellos en la compañía sevillana Transportes Especiales Herchisa. Conduce un Volvo que forma parte de una flota compuesta por una docena de camiones y suele transportar maquinaria para la construcción.
Para él, cruzar el Mediterráneo en ferry desde Motril hacia Melilla o hacia destinos marroquíes como Tánger o Casablanca se ha convertido en algo muy habitual en el último año. Y es que suele embarcar con su camión aproximadamente entre dos y tres veces mensuales, en función de las necesidades de la empresa en cada momento.
“Cuando viajo en estos trayectos, siempre voy con esa incertidumbre sobre cómo irá todo, porque lo pasa uno muy mal a la vuelta, cuando los inmigrantes intentan colarse en los camiones”, comenta. De hecho, unos días antes de que habláramos con Félix, dos chicos pretendían cruzar el Mediterráneo escondidos en su camión y la Policía tuvo que intervenir para que abandonaran el vehículo. “No vas nada tranquilo pensando que se pueda colar alguien en un descuido, aunque hay que aprender a convivir con esta situación”, destaca este camionero sevillano.
Los jóvenes conocen a fondo los diferentes modelos de camión que se mueven en estos transportes y acaban encontrando y memorizando cuáles son los mejores puntos en los que intentar esconderse. “Entre la tractora y el semirremolque o bien en los ejes del semirremolque del modelo que conduzco son los dos lugares más habituales donde lo intentan”, comenta Félix, que concluye afirmando que “es un tema que tiene difícil solución desde mi punto de vista”.
También lo considera un gran inconveniente Ricardo Robles, camionero que, desde hace dos años, con la empresa que lleva su nombre y con una flota de tres cabezas tractoras y cuatro remolques, se dedica por completo al transporte rodado marítimo entre Motril y Melilla. Piensa que el transporte en este trayecto es muy diferente al de la Península o al internacional convencional, al ser muy delicado por diferentes motivos.
“Tenemos un problema muy grande con los niños en el puerto de Melilla, ya que sufrimos robos y desperfectos en la mercancía constantemente y esto te genera serios problemas con las aseguradoras, que te tienen un año y luego no te renuevan porque pasas parte de robo casi a diario,” destaca Ricardo.
Este camionero granadino resalta además que, “cuando se esconden, a menudo rompen mangueras o manguitos de los camiones, y eso se convierte en otro inconveniente añadido porque tenemos que tener preparado a un mecánico a la vuelta para arreglar el camión y que pueda continuar su trabajo”.
Asimismo, Ricardo considera que el papel de las autoridades es insuficiente para atajar este problema. “La gestión de este tema por parte de las fuerzas de seguridad debería ser mucho mejor, ya que el puerto de Melilla es pequeño y sería fácil de controlar si hubiera más presencia de Guardia Civil que impidiera la entrada de los grupos de niños al puerto”, sostiene.
Por otra parte, hay que considerar los posibles problemas legales a los que se puede enfrentar un camionero en determinadas situaciones. “Si el niño viene escondido en el remolque o por fuera del camión y lo interceptan, no sucede nada, pero si consigue esconderse dentro de la cabina sin que te des cuenta (debajo de la cama, por ejemplo) tienes un problema grave por tráfico de personas”, recuerda Ricardo. Según su opinión, pese a que se realizan muchas reuniones entre la autoridad portuaria, las navieras, los transportistas y la Guardia Civil, no se consigue poner remedio.
También nos dio su testimonio José Carlos Sánchez, motrileño con más de 35 años de experiencia y que actualmente trabaja para Comotrans. Al volante de un Volvo FH12, suele cruzar a menudo de la Península a Melilla para transportar alimentación para una plataforma que sirve a supermercados de la Ciudad Autónoma. En ocasiones realiza esta travesía entre dos y tres veces por semana y se topa una y otra vez con los intentos de los jóvenes marroquíes de esconderse en su vehículo para intentar cruzar el Mediterráneo en el ferry.
A veces, mientras se encuentra estacionado durmiendo, nota que algunas zonas del camión empiezan a traquetearse, ya que intentan meterse en espacios mínimos donde literalmente no caben. “En huecos del camión en los que le costaría meterse hasta a un gato, se meten chavales de 12 o 13 años”, subraya José Carlos con cara de asombro.
“Si los echas a la una de la madrugada, a las dos lo intentan otra vez. Y si los vuelves a echar, vuelven a las tres. Para no pasarte toda la noche en vela saliendo a pedirles que no lo hagan, al final optas por dejarlos que se escondan para tener que echarlos una sola vez, ya por la mañana”, afirma este conductor granadino.
Los registros a los camiones por parte de las autoridades son numerosos y constantes durante los accesos al puerto de Melilla, pero a menudo no son suficientes. Así nos lo explica José Carlos en una de sus más recientes experiencias. “En el trayecto entre la primera revisión y la entrada al barco, los camiones debemos aminorar la marcha en una rotonda. En ese mínimo instante, un chico tuvo tiempo de saltar y agazaparse en el hueco entre la cabina y el frigorífico. Parece imposible que sean capaces de subirse y esconderse con esa rapidez”, resalta.
Es evidente que la vigilancia por parte de los camioneros es imprescindible en todo momento. Y es que José Carlos afirma: “A veces aprovechan los semáforos cuando vas de camino al puerto para subirse y esconderse. Hace unos días, en una calle que estaba en obras por la que había que circular más despacio, se me metieron tres en el frigorífico. Paré y les dije que salieran y, al llegar al puerto, la Policía encontró a un cuarto que se había escondido entre las mamparas que separan la carga”.
Una vez que los camiones están dentro del buque y ya han pasado todos los controles previos, las cámaras de seguridad que suelen estar instaladas en la parte superior de la bodega se convierten en una nueva herramienta de control. De esta forma, se pueden interceptar a los polizones que puedan estar estirados sobre el techo de los vehículos. A pesar de toda esta cautela, casi a diario alguno de estos chicos consigue llegar a la Península y suelen ser interceptados por las autoridades en los últimos controles, realizados en destino nuevamente por estas.
Los camioneros coinciden en que lo ideal sería que mejoraran las condiciones de vida de los chicos en Marruecos para que no tuvieran que intentar entrar en la Península de forma ilegal. No obstante, se trata de una situación compleja y un objetivo que, actualmente, por desgracia es difícil de alcanzar.