Saberse respetados por un paddock en el que la tradición manda es un chute de amor propio para los que solo ven belleza en cada arruga del rostro de un transportista, o en el caer de una hoja del calendario de aquellos camiones que escoltan la cronología más fidedigna de nuestra profesión.
Las llamadas entre unos y otros para emplazarse a la concentración de camiones clásicos, decorados y americanos, en el marco del CamionGP de Valencia, del 11 y 12 de mayo, invitaban a la ilusión.

El ambiente bulle en esta parte de Valencia. La admiración se despliega recíprocamente por el Circuit Ricardo Tormo (Cheste) entre todos los protagonistas del fin de semana, de forma que podemos ver a varios pilotos de carreras firmando autógrafos en la zona destinada a una Feria Nacional del Vehículo Industrial, mientras al otro extremo del recinto un abuelo le explica cómo manejar la palanca de cambio de su Pegaso Comet a un barbudo recién salido de un capítulo de la serie “Hijos de la anarquía”.
A menos de 50 metros, dos muchachas se hacen, emocionadas, una foto junto a la piloto francesa Jennifer Janiec, a la misma hora en la que una niña se sube a un truck cuyos neones dilatan sus pupilas, o el miembro de uno de los equipos en competición te invita a una croqueta y un café, como le pasó a un servidor, mientras esperaba a que el piloto Pedro Marco atendiera las peticiones de un par de admiradores, antes de ponerse a mi disposición para una pequeña entrevista.

“Yo llamo a esto cultura de paddock –nos explica Alejandro García, responsable de Examotor, entidad organizadora del evento–. Los propios trabajadores del circuito se han quedado impresionados con la magna presencia de vehículos muy bellos y la naturalidad con la que sus dueños se relacionan con pilotos, equipos, marcas y profesionales del transporte. El ambiente es glamuroso y familiar al mismo tiempo, que lo hace muy distinto al que se respira con coches o motos”.
Cuando uno ve haciendo virguerías al volante a Pedro Marco, Josy Vila o Jenniffer Janiec, por citar solo a los tres pilotos que ocuparon el podio final, puede apostar seguro a que en el entorno de tales navegantes del asfalto, el mundo laboral del transporte por carretera está presente, si no en carne propia, sí en la de algún familiar cercano. Muchas veces es en tal o cual abuelo, que fundó esa o aquella empresa hace tropecientos años, donde hay que buscar los orígenes de un equipo de carreras.

Un camión clásico es digno de cualquier tiempo y cuidador de nuestra naturaleza misma. Paseando por la zona reservada a los cimientos de nuestra alma rutera nos encontramos con la inconfundible pareja cántabra formada por Ismael y Ana, departiendo con su paisano Antonio, jubilado y grato lector de Solo Camión, dispuesto siempre a comentar con quien os escribe estas cuartillas los tejemanejes del penúltimo reportaje publicado.
Cerca, el conquense Aureliano le saca lustre a su Scania 143M, que entra ya en esa órbita en la que los Scania de hace tres décadas se abren paso entre los clásicos.

Los canarios del Club 359 van enfundados en negro y llevan consigo la magia de una buena conversación, todo un arte por saborear en estos tiempos de postureo y ruido. El acento suave de estos profesionales del transporte, venidos expresamente desde Canarias, mece literalmente cualquier intercambio de palabras y sentimientos.
El Avia de los Palacios, llegados de La Gineta (Albacete), concita amistades y recuerdos. “Le tengo mucho cariño a este animal –nos dice Victoriano, señalando a su restaurado–, pues ahí dentro he trabajado desde 1966 hasta hace prácticamente 4 días, comerciando con pieles y lanas”.

La madrileña Julia González posa ante su Pegaso, mientras nos detalla cómo fue desmontado y pintado, pieza por pieza. Su marido lleva un Troner, así que a las concentraciones suelen ir cada uno en su camión. Pareja moderna, como la que más. Tanto este camión como los de Talaván o Jesús Troner lucen un póster muy visible en la parte delantera con el anuncio de la vuelta a España que lleva a cabo el andaluz Juan Pérez, al volante de su Pegaso, con el apoyo de la Asociación Española Contra el Cáncer, empujado aquí por su ala camionera. El viaje comenzó el pasado 30 de mayo, y cuando este ejemplar habite en los kioscos habrá concluido sus 3.700 kilómetros, repartidos en 12 etapas.

Pero si de un clásico de clásicos nos gusta tener especialmente constancia es sin duda del Volvo de Rafa Blanco, que empaca cualquier concentración camionera, algo de lo que saben no solo en España, sino también en Francia y Portugal, donde Rafa nos explica que ha recogido algún que otro premio. A sus 80 años, viaja solo, pero su mujer e hijos lo apoyan con la misma perseverancia con la que él cuida su vehículo, tan único en su especie como él. “Déjalo que disfrute”, le dicen los hijos a la madre. “Gracias por dejarnos disfrutar de él”, os decimos nosotros.
Un vehículo clásico es elixir de nuestro oficio, a cuyo volante pueden ponerse personas de muy diversas particularidades, aunque siempre con un punto en común: un día tomaron una gran decisión y la llevaron a cabo. De aquella entrega, hoy todos podemos considerarnos beneficiarios.