Nada sucede por casualidad, o al menos, eso dicen. Quizás podríamos aplicar esta regla al caso de este Scania R620 V8 y su actual propietario, Sebastián Pérez Puig.
En el año 2008, una empresa holandesa adquiría este R620 y entraba a formar parte de su flota, no sin antes decorarlo con unos enigmáticos lobos, detallados en blanco en el lateral del conductor y negros en el del acompañante.
Tras cuatro años, la empresa vendía el Scania de segunda mano, y Sebas y su padre Sebastián buscaban un camión que mínimo alcanzase 500 caballos de potencia y tuviera suspensión delante, para sustituir al Scania R500 amarillo que tenían.
“Mi padre tenía por norma cambiar el camión cada 5 o 6 años por otro nuevo, pero en aquellos momentos, tal y como iban las cosas, nos decidimos por un usado y poderlo pagar al contado”, matiza Sebas.
El destino quiso que este Scania, que entonces solo llevaba la decoración, se cruzara en la vida de Sebas, que ya contaba con un tatuaje en el omoplato de un lobo y sentía que se identificaba con él. Así que el camión se quedó en casa de los Pérez, que durante unos años compartieron padre e hijo, hasta la jubilación del primero.
Ese sería el inicio de la transformación y la adaptación poco a poco al estilo Sebas: “Aunque el camión venía ya decorado, lo hemos ido adecuando a nuestro estilo y a nuestro trabajo”, afirma Sebastián.
El trabajo diario
Entre su padre y él acumulan 35 años trabajando para Poballe, transportando bagazo de cebada, un subproducto resultante de la fabricación de cerveza que se emplea como alternativa para alimentar al ganado por su elevado aporte nutricional.
Así que carga en la fábrica y directo a las granjas de Figueres, Vic, Lleida o Girona. Suele realizar entre dos y tres viajes diarios, y cuando el disco no le da porque las tres rutas distan demasiado, debe pasar alguna noche fuera.
Su familia, que vive el mundo del camión muy de cerca, tanto su mujer Rosana como sus dos hijos, Íria y Roger, en ocasiones lo han acompañado y compartido cabina con él.
Con los años y a lo largo de los 1.700.000 km que suma este R620, Sebas ha ido poniéndolo a su gusto: “La verdad que nunca había tenido un camión decorado antes, y por lo general me gusta pasar desapercibido, algo que ahora es bastante difícil”, reconoce.
“Te gastas el dinero en él porque te gusta y te vas animando; una cosilla, otra, es un nunca acabar, y si tienes amigos como los Vilardell, todavía más…”, sonríe Sebas.
Entre sus aportes al Scania están las pinturas R620 de ambos laterales, los carenados, pues iba sin ellos, la visera plateada que le tiene especial cariño, porque es la que llevaba Joan Vilardell en su Scania, los Bibendums de Michelin y los focos, las llantas Dura-Bright, el sinfín de luces en la parrilla, así como el volante recién estrenado estas Navidades.
Si algo le molesta a Sebas es la mala imagen que la gente tiene de los camioneros y cómo han sido y cómo son tratados allá donde van.
“El trabajo que hacemos no lo agradece nadie. Me gustaría que la gente no pensara al ver un camión en carretera: “Ostras, un estorbo para la circulación”, sino “un señor está trabajando, facilitémosle su labor. Incluso, allí donde vamos a cargar, que nos respeten en los tiempos de espera”, sentencia.
El propietario
Sebastián Pérez Puig, de 44 años, suma 23 en la profesión. Compró este Scania R620 de segunda mano, su primer camión decorado, en 2012. Y aunque no encargó él mismo la temática de la pintura, le encantó de inmediato. Aun así lo ha ido personalizando a lo largo de los años, pues reconoce que es una afición adictiva.