Si algo tienen interiorizado los habitantes de Chicago es el enorme poder destructivo del fuego. En 1871, un incendio arrasó buena parte de la ciudad, y desde entonces aquí al bombero se le venera.
Son 4.300 profesionales los que velan por la seguridad de la ciudad, repartidos en 98 parques y con un total de 160 camiones.
Visitamos al batallón 22, en el barrio de Roseland, y a los muchachos del Chicago Avenue Pumping Station, el parque más antiguo de Chicago, en pleno centro histórico.
Quizás sea porque en la memoria común de la ciudad todavía late el recuerdo lejano del gran incendio de 1871, o simplemente sea por la vocación de servicio al ciudadano que demuestra cada uno de estos hombres.
Lo cierto es que terminamos la entrevista con la sensación de que aquí las altas instancias políticas y los habitantes de la metrópolis respetan por igual el trabajo de estos hombres. Existe cierta devoción por el cuerpo.
Durante la sesión de fotos, más de un vecino se ha parado a hablar con ellos, y más de un conductor ha hecho sonar su bocina al cruzarse con estos camiones mastodónticos.
“La verdad -reconoce Tom con satisfacción- es que recibimos mucho cariño de la gente. Y es lógico. Si hacemos bien nuestro trabajo, podemos salvar muchas vidas, solucionar muchos problemas graves.
Y eso la gente lo valora y lo agradece. Y por supuesto, ¡también ayuda que no pongamos multas!”.
Dejamos a los Bad Boys riendo. Uno de ellos hace sonar la bocina del camión 27. Les vemos entrar de nuevo, despacio, en el parque. Hombres satisfechos. Contentos por haber elegido este oficio.