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El Ebro D150 de los hermanos Palacios

Sin prisa pero sin pausa. Así se acometió desde un principio la restauración de esta belleza que cada medio año pasa por la ITV pero que al entrar en el régimen de camiones clásicos goza de una manga ancha muy de agradecer por parte de los operarios. “Te apuntan los kilómetros, muestran cierta admiración por lo bien conservado que lo tienes y poco más.»

ebro d150 CLÁSICOS«Para nosotros, tener así nuestro Ebro es algo que lo tomamos con toda naturalidad. Miramos la lata, y si hay dinero, pues nos metemos en otro detalle para mejorar su imagen por fuera y conservarlo por dentro”.

Así de sencillamente, como debieran poder explicarse siempre las cosas más notables, nos habla su propietario, Víctor Palacios, que para nuestro reportaje ha venido acompañado de su hermano Jesús, también transportista y amante de los vehículos clásicos.

Su Ebro, fotografiado para la ocasión en plenas llanuras de Castilla, suele repartir, sin embargo, sus días entre La Rioja, donde vive buena parte de su familia, originaria de allí, y una Vitoria en la que actualmente residen, y en cuyos pabellones Barratxi, para profesionales, disponen los hermanos Palacios de espacio para taller y aparcamiento de su flota.

Como pasa tantas veces, fue su padre, Jesús, que hoy tiene 72 años, y en su día trabajó repartiendo paquetería por las calles de Vitoria, el que bifurcó hacia su progenie el amor por este oficio. Víctor hoy atesora también en su galería de vehículos para coleccionistas una Vespa y un Mini, pero es este Ebro D150, en cuya cabina viaja hoy para nuestro reportaje con su novia, Lucía, y su hermano Jesús, el que conserva las esencias de todo lo que aprendió de su padre, con 8 ó 9 años, cuando en casa no tenían turismo y toda la familia se desplazaba en el camión para ir de vacaciones desde la capital alavesa hasta su pueblo en Bañeras (La Rioja). “Mi padre conducía y mi madre, Mercedes, iba pegada a la puerta del copiloto.

Como somos cuatro hermanos, unos nos sentábamos entre mis padres y otros detrás, en los asientos de un coche que había colocado allí mi padre. Si llovía –recuerda Víctor ante la mirada cómplice de su hermano-, mi madre se mojaba, la pobre, porque entraba agua por el paso de rueda y nos decía: “Tiraos para allí”… y mi padre: “Tiraos para allá”. ¡Qué viajes aquellos! Era hacia finales de los 70, principios de los 80, y si nos paraba un guardia le decían a mi padre que se pasara algún niño hacia la parte de atrás del camión.

“No –le contestaba discretamente-, si es que atrás tengo a otros también”. El guardia nos decía que tuviéramos cuidado, porque eso no se podía hacer, pero no nos pusieron nunca una multa. “Vamos, hombre -es ahora su hermano Jesús quien reflexiona muy agudamente-, igualito que ahora, que si no encuentran algo para multarte, se lo inventan rápido”.

Jesús padre compró al poco un Ebro M100, de manera que aquel D150 se lo quedó el Jesús joven de la casa, que más tarde se hizo con un Renault. Ya sin tarea que acometer, la arquitectura de aquel Ebro D150 primigenio acabó en el desguace, pero no así su motor, pues un vecino de Bañares lo reutilizó para acoplarlo en una bomba, que empleó para regar sus tierras durante más de 15 años.

Lo que en un principio no fue más que pura inercia de deshacerse de un vehículo para comprar otro acabó pesando en el corazón romántico de los Palacios. Pero hete aquí, cosas de encantamiento, que entre la quincalla más o menos indulgente de un desguace emergió un buen día ante los ojos de Víctor un Ebro D150 igual que aquel que le había acompañado en su infancia: su misma carrocería, su motor original bajo su cabina abatible, sus mismos cables y tornillos, etc.

Si, como pasa en las películas, en el mismo momento en que levantaba el asiento del copiloto para mirar los niveles le hubieran despertado con un “¡Venga, Víctor, que te has quedado dormido y vas a llegar tarde!”; para nuestro protagonista, tal visión no habría pasado de ser un lindo sueño.

Pero no, no era un sueño. El Ebro D150 estaba allí de verdad, y lo compró sin pensárselo ni un segundo. Sólo ver la cara de ilusión que puso su padre, Jesús, cuando vio aparecer a su hijo con el Ebro vino a ratificar de nuevo que el valor de una cosa y su precio van muchas veces por derroteros distintos.ebro d150 clásicos

Al estar dado de baja el vehículo, Víctor acudió a una ITV en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) para solicitar una ficha técnica, con el número de chasis, para obtener el permiso de circulación.

En el local de los Palacios en Barratxi, donde cuentan con máquina de lavado y todo tipo de herramientas, se fue restaurando paso a paso este vehículo. Los pasos de rueda estaban muy podridos, y la caja necesitaba una reestructuración total.

La vitoriana Carrocerías Bastia se puso diligentemente manos a la obra con la cabina y la chapa. Se cambió el bombín de embrague y se recompuso el cableado y la tornillería.

“Ahora -apunta Víctor-, con la crisis que estamos padeciendo, éste sería un trabajo que aceptaría todo el mundo, pero yo le estoy muy agradecido a Bastia, pues en aquel momento recuerdo muy bien que nadie quería hacerlo, ya que se consideraba que era meter una chatarra en el taller que iba a dar muchos problemas”.

El transporte desde dentro

Jesús Palacios, siete años mayor que Víctor, fue el primero en coger el testigo de su padre en la empresa familiar, así que en 1985 él se quedó repartiendo paquetería mientras Jesús padre se dedicó al transporte nacional con el ya mentado Ebro M100.

“Guardo -es ahora el mayor de los Palacios el que habla- muy emotivos recuerdos de cuando mi padre me enseñó a conducir el camión, siendo aún un niño que tenía que ponerse de pie para pisar el freno o el embrague. “¡Aguanta, aguanta!”, me decía, y yo aguantaba hasta que no podía más.

Tanto Víctor como yo hemos viajado mucho con nuestro padre, y ahora que somos transportistas es fácil observar que antes la gente no iba tan quemada. Es que ahora ves a tu amigo tirado en la carretera, y es que hasta te lo tienes que pensar para parar a ayudarle, porque tienes el dichoso disco apuntándote a la cabeza”. Jesús conduce en la actualidad un Scania, tras haber pasado por sus manos el Ebro con el que empezó la saga familiar, un Renault y un DAF.

ebro d150 clásicos

Víctor, por su parte, empezó como transportista, al acabar la mili, realizando mini-TIR por toda Europa con una Fiat Ducato. En la actualidad lleva los mandos de un DAF tres ejes para esta empresa familiar, en la que cada cual opera con tarjeta de transportes propia.

“Las carreteras y las máquinas han evolucionado mucho -reflexiona Víctor-, pero los transportistas hemos ido para atrás. Antes venías cantando y ahora vienes rezando para que te paguen, pues hay cobros hasta a 120 días.»

«No obstante, aún estoy contento y no cambiaría mi oficio por nada”. Jesús, cuyo hijo, Unai, de 12 años, no parece apuntar de momento maneras camioneras, asiente las palabras de su hermano, y las rubrica con una especie de eslogan acuñado por ambos: “¡A la marcha, que arreamos con la marea!”.

Que disfrutan del camión es innegable sólo viendo cómo miman su preciado Ebro, que pasean con más que justificado orgullo en concentraciones de clásicos en Navarra, Torrelavega o Vitoria. “Es una gozada ver cómo le hacen fotos, se lo quedan mirando los mayores o se quieren meter dentro los niños.»

En una concentración –recuerda Víctor-, unos pakistaníes me propusieron muy seriamente el comprármelo, porque decían que en su país se fabricaba un modelo prácticamente idéntico. Pero mientras la Merkel no me diga lo contrario -concluye con vitoriano humor nuestro protagonista-, lo seguiré manteniendo para siempre. Gracias a mi Ebro conozco gente maravillosa y, qué caramba, cómo iba a estar aquí siendo entrevistado por los periodistas de SOLO CAMIÓN si no fuera por él”.

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