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Soy camionera: Ana Mesa Salvador, el valor de la recompensa

Antes de poder subirse a un camión, la edad legal no se lo permitía, que si no lo hubiera hecho antes, nuestra camionera de este mes se curtió durante un par de años haciendo por la noche el Barcelona-Madrid-Barcelona con una furgoneta de una de esas compañías de paquetería urgente.

“La verdad es que es un trabajo duro, no solo por los kilómetros, también porque es por la noche, por la presión de las entregas a tiempo y que además tenías que cargar, descargar y volver a cargar la furgo”, nos cuenta Ana Mesa.

Aunque en casa no había tradición camionera alguna, esta joven barcelonesa miraba desde bien pequeña los camiones como si los ojos se le fueran a salir de las órbitas.

Camionera Ana Mesa

“Me encantaban. Tenía una ilusión loca por subirme a un camión”, nos cuenta nuestra protagonista.

Pues como los sueños están para cumplirlos, Ana estudió y trabajó para ganarse con su esfuerzo ese carnet que con tanto ahincó había soñado. Dicen que la que la sigue, la consigue. Y tanto.

Ana es un ejemplo. “Me he tenido que buscar la vida, vengo de una familia humilde y todo lo que tengo me lo he tenido que trabajar.

Todo me lo he ganado con mi esfuerzo. Mi estabilidad soy yo, nos dice bien orgullosa nuestra invitada, que puede decir bien alto que ya son casi veinte los años de experiencia al volante de un camión, como camionera.

No tirar la toalla

En la empresa que está ahora y en la que lleva seis meses ha conseguido una gran estabilidad, pero no todo ha sido color de rosa durante su vida laboral. De hecho nos califica su primer viaje como “de desastre. Comencé con un autónomo de Logroño.

Salí desde allí dirección a Barcelona, sola. El camino estaba lleno de nieve, los camiones se cruzaban.

Cuando pude parar, luego ya no quería seguir. La Policía me apoyó para que emprendiera la marcha, no quería ni subirme al camión, quería dejarlo ahí plantado”.

Menuda experiencia para iniciarse en la profesión. De esas que se recuerdan bien. Aunque Ana llegó a pensar que aquello no estaba hecho para ella, los que estaban a su alrededor la acabaron de animar y tiró para adelante. “Desde ese día casi han pasado veinte años”, sentencia.

Camionera Ana Mesa

Que la profesión es dura no lo puede poner en duda nadie. Como bien dice nuestra protagonista, “yo soy muy trabajadora y no me da miedo nada, pero lo que nunca haría más es internacional. Lo he hecho durante casi cuatro años, Francia, Alemania, Italia…

Creo que no es faena para una mujer. Lo malo no es el viaje, los kilómetros, sino cuando paras. Te roban gasoil, en la cabina… tienes que ser mucho más precavida, estar siempre en vilo, en alerta. No descansas porque cualquier ruido sabes que puede ser que algo malo esté ocurriendo. Te expones a eso”.

A pesar de su opinión basada en su experiencia sobre el transporte internacional, Ana sí que deja claro que es una persona que nunca se ha encontrado con problemas siendo camionera, nadie la ha tratado mal.

“Al contrario, me han tratado muy bien”, nos puntualiza, mientras nos continúa diciendo que es muy conocida porque empezó de muy jovencita y ya lleva muchos años en la profesión.

Dicen que la experiencia es un grado, y eso Ana lo ha sabido manejar: “Antes era un saco de nervios, me tomaba las cosas demasiado a pecho. Quería ir más rápido para llegar antes a casa, te enfadabas más.

Así que ahora intento tomarme las cosas sin irritarme, pensar en el día a día, no obsesionarme, ni amargarme y sobre todo tener la cabeza despejada, por ejemplo, disfrutando de mis tres sobrinicos”.

Nuestra camionera también ha aprendido a ser más pasota, a que le dé igual quién la mire o lo que piensen de ella. “Si tengo que hacer veinte maniobras, me da igual.

Al fin y al cabo, la que está subida al camión y trabajando soy yo. Y mi esfuerzo me ha costado. Supongo que depende del carácter de cada una, pero creo que en cada instante hay que saber qué temperamento poner. Hay que saber con quién te ríes, dejarlo todo muy claro. Y sobre todo no te pueden ver como una persona débil”, nos dice.

A pesar de todo, ha habido momentos en los que habría arrojado la toalla. Antes hablábamos de su desastroso primer viaje, pero también hubo un momento muy duro en su vida, que fue la enfermedad de su padre.

“Cuando falleció me vine abajo. Me daba todo igual. Trabajaba con el camión, estaba pendiente de su enfermedad, dormía en la silla de un hospital. Así que cuando murió, estaba derrotada físicamente.

No quería subirme al camión, pero pensé que este es mi oficio, que es lo que sé hacer, así que me adapté a las circunstancias”.

Camionera Ana Mesa

Pasaron los años y afortunadamente nuestra protagonista nos dice: “Ahora tengo el mejor trabajo que he tenido nunca. Tiene el contra de la nocturnidad, pero el resto es perfecto. La ruta es Barcelona-Zaragoza-Barcelona de lunes a viernes, con un horario que más o menos va de las 20 horas hasta las 8 de la mañana.

Unas 12 horas con dos de descanso en Zaragoza, mientras me descargan y vuelven a cargar el camión. Yo no tengo que tocar nada, aprovecho ese tiempo para descansar, dormir o tomarme un café. La verdad es que tengo mucha suerte”. Y nos alegramos. Mucho.

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