El porqué de la fijación por este modelo no se debe a razones caprichosas o estéticas. Este Barreiros es el modelo con el que Antonio Marfil Romero —el padre de Jesús— inició su andadura transportista en Málaga.
La enfermedad se lo llevó en 2008, con 52 años; y poco después, Jesús, con la ayuda del resto de la familia Marfil, decidió recuperar ‘el coche de su padre’.
“El primer viaje que hizo el camión cuando salió del taller fue visitar el cementerio”, explica Jesús Marfil. Suyo fue el reto de recuperar un Barreiros como con el que empezó su padre a trabajar, y una vez logrado, la primera parada era obligatoria: ir a enseñárselo a Antonio.
Sin duda, estará orgulloso. “Y nosotros también —asegura su hijo— porque ha costado mucho esfuerzo, pero lo hemos hecho con mucha ilusión, como homenaje a mi padre, por su recuerdo”.
Antonio falleció en 2008, y seis años después su familia le rinde tributo con una magnífica reconstrucción de un C-38 T de principios de los 80 cuyos trabajos de búsqueda y restauración han durado cerca de cuatro años. “Lo hemos hecho por nostalgia, porque tenemos nostalgia. Toda la familia está encantada con el Barreiros.
Es el único clásico que tenemos, pero tiene un valor sentimental altísimo. Mi madre cuando lo mira recuerda la época en la que hacía en él algún viaje junto a mi padre”.
Durante bastante tiempo, Jesús anduvo peinando Málaga, Andalucía y el resto de España con la ilusión de encontrar en algún terreno un C-38 T. La suerte llamó a su puerta hace unos 4 años, cuando un amigo le informó de que un señor de Soria vendía ese Barreiros.
“Allá que me fui con la grúa. Ese camión tenía que ser para mí fuera cual fuera su estado, así que viajé convencido de que me entendería rápido con el vendedor”. Y así fue. Cerraron el trato, arrancaron el vehículo y lo subieron en la grúa. Rumbo a Málaga.
En la restauración hay muchas maneras de trabajar. Unos le ponen más empeño que otros. Otros lo viven más que unos.
Pero cuando se trata de homenajear a una figura tan importante como un padre, sólo hay una forma de hacer las cosas: con la máxima exigencia tornillo a tornillo. Jesús resopla cuando rememora todo el proceso una vez llegó el camión a las instalaciones de Transmarfil en Cajiz, Vélez Málaga.
“El vehículo estaba muy molido, podrido por todos los lados”, explica Jesús. “No sabemos casi nada de su pasado. Se matriculó en 1982 y estuvo trabajando en Soria con transporte de paja.
Poco más. Cuando empezamos a rascar, vimos que tenía cuatro capas diferentes de pintura… y estaba hecho polvo de chapa”.
Con ayuda del chapista y del mecánico de la empresa, Jesús se puso manos a la obra. Fuera cual fuera el estado del camión, y costase lo que costase, una idea estaba clara en la cabeza de nuestro protagonista: el Barreiros iba a volver a brillar como si fuera nuevo, aunque para ello hubiera que desmontar y restaurar cada pieza.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió. El taller se convirtió en un enorme tablero donde, poco a poco, se fueron colocando las piezas de un enorme puzzle.
Dos, en realidad: un puzzle para la cabina y el chasis y otro para el motor, que también fue desmontado pieza a pieza. “Lo que no se pudo arreglar aquí y las piezas que faltaban las fuimos encontrando en diversos lugares, buscando por todos lados. Desde A Coruña hasta Barcelona, pasando por Madrid, La Mancha, Asturias y toda Andalucía.
Y también visitamos desguaces. A eso hay que añadir la colaboración de amigos y conocidos. Las barras niqueladas en el paragolpes, por ejemplo, me las dio un amigo de Madrid que también tiene clásicos. Todo ha sido a base de favores y de compromisos, y gastando mucho dinero también —asegura Jesús—, pero ha valido la pena”.
Una vez recuperada la forma del vehículo original se inició la segunda parte del proceso: pintar y decorar.
Para ello se trasladó el camión al taller de pintura de su primo Roberto, que además de trabajar pieza a pieza, también se encargó de dibujar el rótulo de las puertas —el mismo que usaba Antonio cuando empezó— y la visera.
La última fase, ya al final, consistió en añadir los cromados y la tapicería de la cabina; menester, este último, que se llevó a cabo en Almería.
Con motor Barreiros de 12 litros turboalimentado, 275 CV de potencia, caja de cambios de 8 velocidades sincronizadas y un PMR de 38.000 kg, el modelo C-38 T (la T es de ‘tractora’) empezó a comercializarse en nuestro país a finales de la década de los 70, convirtiéndose casi de inmediato en un modelo superventas durante varios años consecutivos.
Su cabina —la CP75— supuso un cambio radical respecto al anterior modelo —la CP73—, principalmente porque era abatible con accionamiento hidráulico (también incluía como novedad llantas tipo artillería).
Jesús y su familia han recuperado, además de un pedazo del recuerdo de Antonio Marfil, un trocito de la historia de la automoción española. “Estamos muy contentos”, vuelve a repetir Jesús. “Es el único clásico que hemos restaurado, pero yo soy un enamorado de los camiones antiguos, me encantan.
Y me gusta, sobre todo, poder trabajarlos con mis propias manos, no dejarlos en un taller y pasar a verlo de vez en cuando. No, no. Con mi chapista, mi mecánico, mi primo pintando… y con herramientas sencillas, de las que hay en cualquier taller pequeño. Me siento muy orgulloso de que prácticamente el cien por cien del trabajo se haya hecho en casa”.
Seguramente Antonio sonríe allá donde esté. Para él es este homenaje; un tributo que brilla y suena como si fuera nuevo, aunque bajo la pintura está cargado de capas de nostalgia.