Cuando le pregunto a Juan Pérez Luque, el Juanito de Cotramix, la cooperativa montemayorense para la que opera, por el porqué de su proyecto, percibo que suelta una exhalación al otro lado del manos libres. Me ha ubicado diciéndome que va a enfilar Despeñaperros en dirección a su Andalucía del alma y de la mía, dicho sea de paso.
Me cuenta que él es un pequeño autónomo que viene de casta de camioneros. Es de esas personas que emplea la palabra camionero con un orgullo reivindicativo, con una profesionalidad que embadurna al que sea.
Algo que este gremio no debería nunca perder de vista. Vamos, que puede ser un perfecto embajador de la profesión allá donde se encaje y que si por él fuera, se celebraba el día del orgullo camionero: “En mi casa mamé el camión desde chiquitillo. Cuando iba a la escuela me gustaban más los camiones que los libros y los cuadernos. De adolescente me gustaban más los camiones que las mocitas…”.
Con ese máster y posgrado en camiones, Juanito apuntaba meridianamente por dónde iba a tirar profesionalmente. O sea que tenía claro que iba a seguir los pasos de Andrés, su padre y mentor. La ilusión que atesoraba Juan era precisamente la de rescatar el Ebro que condujo su padre: “Recuperar el CO-79833 que estaba localizado en Rute, medio desguazagado. Aquel camión formaba parte de mi historia, de mi infancia, de mis recuerdos…”.
Pero no pudo ser, por determinadas circunstancias. Y mira por dónde que le echó el ojo al Pegaso Super Comet que, tras un tira y afloja que duró algunos meses, logró llevarse en una góndola: “No podía pagar lo que me pedían, pero cada vez que pasaba por allí, lo veía y el corazón me daba un vuelco.
Así que un día paré –continúa Juan al otro lado del manos libres– y le dije: ‘Mira, no puedo darte más de tanto’. Él hombre me tendió la mano. Se la estreché con un fuerte apretón y le dije: ‘Voy al camión para darte lo que llevo de paga y señal’. Me detuvo y me dijo: ‘Cuando vengas a llevártelo, lo arreglamos’”.
El día que llegó a casa con el camión me habría gustado estar presente solo por ver la cara de Andrés, su padre: “Mira, opá, lo que traigo. Traigo un trabahiyo, a ver cómo nos las apañamos para ponerlo a punto”. Servidor se contagia al instante del acento de los suyos, de sus antepasados, así que permítanme la licencia de expresarme y escribir en andaluz.
Grandísima ilusión
Eso es lo que los dos rebosaban, padre e hijo. Así que se liaron con el Pegaso echándole ni se sabe las horas que le echaron. Lo restauraron todo a mano. Sin compresor, tirando de radial… “trabajando como mulos”, sentencia nuestro interlocutor. Buscando aquí, buscando allí. Miguel, el cangrejo, le dio noticias de dónde había restos de tapicería antigua.
Hicieron unas plantillas, lo recortaron todo a mano y con el temple de un orfebre cordobés que cincela filigranas en plata reconstruyeron el interior. Que en Sevilla hay un recambista con stock de piezas del equipo motor, “pa” Sevilla que tiraban los dos. Que en Rute hay un buen amigo que borda la mecánica. A él recurrieron para que los orientara a la hora de montarlo.
“Como es de cabina abatible, entre mi padre y yo metimos y abrochamos el motor. Nadie puede imaginar el trabajo que le echamos al camión. Cuando reflexionas después de todo lo que hicimos, de cómo estaba y cómo está ahora, pensé que había que celebrarlo. Que había que hacer algo grande con el bicho”.
Es una lástima que no exista ninguna foto del estado en que se encontraba para compararlas con las actuales. Y Juan se justifica: “Mira, tocayo: es que cuando nos poníamos a trabajar, nos poníamos a trabajar… es que ni fotos nos hicimos. Tú sabes lo que hemos currao, Juan”, me dice Pérez Luque…
Algo importante
Pensó incluso en hacer un viaje a Alemania con el camión para su reestreno, pero pronto se desvaneció la idea. En estas que a la primera de cambio, nuestro invitado participa en alguna que otra concentración de camiones. Le conceden pequeños premios en metálico y empieza a donarlos.
“La enorme satisfacción que me produce donar ese dinero es la que me ha invitado a pensar en orientar el camión hacia un acto benéfico”. Y así es como nació la idea de dar la vuelta a España recaudando fondos a través de los espónsores para la Asociación Española Contra el Cáncer, a través de la delegación de Córdoba.
“A Toñi, mi mujer, le pareció una locura al principio, pero pronto se contagió, y a mí eso me alegró mucho. Se lo conté a Lope Ruiz, el alcalde de mi pueblo: le pareció una buena idea para la imagen de nuestro Iznájar y me apoyarán con los gastos del gasoil”.
Los donativos para la AECC los recaudará a través de la lona del camión, que la utilizará como pancarta publicitaria del recorrido. “El presidente de Frío Ejido, que lo vi en Écija cuando el premio al camión antiguo, también se ha interesado por el proyecto”.
Y Juanito Pérez Luque, el de Iznájar, el de Cotramix, que es todo un sentimental, me dice: “Mira, Juan: soy un pequeño autónomo, con un camión. Soy feliz con el camión. Con él trabajo, como y me permite vivir. Lo que quiero es honrar el oficio de mi padre, de mis tíos y la profesión entera. Quiero que la gente conozca y sepa respetar al camionero, a los camioneros”…
Y si encima, en esos 12 días que se va a tirar de periplo al volante de su Pegaso con el cambio de bola, y que acabará en Málaga, puede echarle una mano a los enfermos que padecen cáncer, la profesión puede estar bien orgullosa de contar en sus filas con tipos como Juan Pérez Luque. Juanito, el de Iznájar, el de Cotramix…