Siendo la que viene a continuación la ruta de clásicos entre Albacete y Cuenca, un mirador constante en todos y para todos los sentidos, viene al pelo una frase de Don Quijote: Quien anda y lee mucho, ve mucho y sabe mucho.
Lo de leer seguro que no lo dijo por SOLO CAMIÓN, porque no existíamos en aquellos tiempos, pero nuestro querido caballero andante ya iba dejando pistas, jejeje. Pero en lo de la importancia de andar para ir aprendiendo, este manchego al que nadie superará nunca en universalidad dio de pleno en el centro.
Este saber es el que empuñan un grupo de amigos que tienen en común su amor por los camiones restaurados, a partir de los cuales han ido troquelando una amistad de oro.
De concentración en concentración iban siempre chocando manos y esparciendo abrazos, pero al fin decidieron que una buena manera de encender sus anhelos comunes y apagar ciertas faltas a la hora de lucir sus vehículos históricos era organizar esta especie de exposición en movimiento, que va dejando un sabor a desfile de grandes clásicos allá por donde pasa. “Es un escándalo cada vez que pasamos por un pueblo. Recibimos un cariño impresionante”.
Estas palabras las pronuncia el ubicuo y siempre vigoroso Jordi Llop, que entre porte y porte de pollos con su camión, de la granja al matadero, encuentra siempre coartada para cultivar su querer incondicional a nuestra profesión, ya sea en Nogaro, Cheste, una concentración de miniaturas aquí, o una ruta de clásicos allá.
El jueves 2 de junio se fueron agrupando unidades llegadas de Andalucía, las dos Castillas, Cataluña, Valencia, Madrid, Extremadura o Asturias, en la base que Talleres Hnos. Parada tiene en la albaceteña Chinchilla de Monte-Aragón.
Alrededor de una veintena de camiones iniciaron ruta el viernes. En los casi 150 km recorridos, hasta llegar a un hotel de Cuenca, se hacía un destello al paso de la caravana, como en esas dependencias en las que se te van encendiendo las luces mientras andas.
El encuentro supuso además la presentación en sociedad de unidades recién restauradas, y que pronto esperamos tener en nuestras páginas. Algunos son prácticamente únicos en su especie, como el Troner Plus de cabina alta del madrileño Cristobal Cañada, o el Trakker de la familia Savall, que portaba una hermosa cuba, todavía sin estrenar.
Un Iveco verde metalizado de los Hermanos Marfil, el Pegaso de Transportes Bolea, el Volvo FH16 de la familia Guerrero o el Cabezón con el que abrimos este reportaje, también Savall, tirando de un contenedor corto, concentraron buena parte de los parabienes que por latina simpatía se suelen conceder a los recién llegados a una familia. Esto ya no va a parar.