Pocas actividades están más controladas que el transporte de ganado. Lo que hacemos con nuestros animales se mira hoy con lupa. Y así debe ser. Por ello que la normativa exige a los transportistas de ganado unas medidas a la altura de los tiempos que corren.
Por suerte, aquellos trayectos interminables cruzando media Europa en los que se privaba a los animales de salir a pasear y en donde los controles veterinarios eran casi inexistentes ya ha pasado a la historia.
Como el tabaco en los bares o las hombreras. Queda mucho por recorrer, y es posible que en un futuro dejemos de mover ganado en camiones. Pero hasta que ese momento llegue, los legisladores siguen perfilando la normativa para que nuestra comida viaje en las mejores condiciones posibles.
Transportes Maitxene cuenta con una experiencia de más de dos décadas en el transporte de ganado.
Con una flota de 15 vehículos —todos Scania R520 más un 620 y un 580— y la última tecnología en remolques adaptados para unos compañeros de viaje tan delicados como ovejas, potros y novillas, esta empresa de Navarra recorre Europa de arriba abajo trajinando ganado ayudado de la última tecnología.
Llevan potros a Puglia, en Italia; ovejas y vacas para explotaciones ganaderas españolas; vacas de deshecho para mataderos de Valencia y Cáceres y novillas para granjas lecheras de toda Europa. En sus instalaciones de Villafranca, en la Ribera Arga-Aragón, a 70 km al sur de Pamplona, cuentan con 4.000 m2 de superficie cubierta para el engorde de ganado, cerca de 600 cabezas de vacuno y 300 de equino.
Hasta allí nos hemos ido para conocer de primera mano las particularidades de este tipo de transporte, sus exigencias y retos.
Descansos para chóferes y viajeros
Francisco Barberena no se separa del móvil. Es el encargado de cuadrar los viajes, hacer el cambalache necesario para que todos los vehículos salgan a tiempo y mantener la flota en óptimas condiciones. A las necesidades de los chóferes se añade la de la carga.
El tacógrafo tiene que estar impoluto, pero igualmente lo debe estar la pila de hojas de control de carga que tanto veterinarios como Agricultura escudriñan a conciencia en cada porte. “La complejidad que tenemos es terrible – explica Fran, cuyo trabajo está secundado por el jefe de Tráfico, Javier Moneo, y seis personas más en oficina–. Cada animal tiene su normativa. Hay mucho control y es muy estricto.
A partir de ciertas horas de viajes hay que bajar a los animales (ovejas y cerdos a partir de 24 horas; vacuno y potro a partir de 29) para que pasten fuera del camión e incluso se les ordeñe”.
Esas paradas largas se efectúan en puntos habilitados en carretera, tanto en Europa como en el territorio nacional (Maitxene usa los de Alicante, Miranda de Ebro y Legutiano), y en donde un veterinario supervisa el estado de los animales y las condiciones de los vehículos. “Inspeccionan que los camiones estén limpios, que los ventiladores y los suministros de agua instalados en el remolque funcionen, que haya comida suficiente”.
Además de bajarlos para que pasten y se les ordeñe, la normativa exige paradas en camión cada 9 horas. En esas pausas, el chófer descarga hierba y alimenta al ganado de manera manual a través de los portones laterales.
Evidentemente, la salud de los animales es de vital importancia para que el negocio funcione.
De otra manera sería imposible. Toda la flota cuenta con los equipamientos obligatorios marcados por ley, como el sistema de navegación por satélite, los abrevaderos automáticos, la carga de hierba en la parte superior y los equipos de ventilación para cuando el vehículo no está en marcha.
Además de la buena hidratación, la temperatura en la zona de carga es uno de los puntos más delicados de este transporte. El conductor controla desde la cabina el grado de calor y vigila que el piloto no se encienda. Si eso ocurre, tiene que detenerse y abrir las ventanas laterales para refrigerar la caja y aliviar así al ganado.
Maitxene lleva 10 años confiando toda la flota al fabricante Scania, principalmente por su servicio posventa: “Nuestro oficio exige inmediatez y estamos contentos con Scania”, asegura Fran. Los tráilers son todos del carrocero italiano Pezzaioli, y están habilitados para el transporte en hasta tres alturas. La calidad es máxima: su precio es superior al de las cabinas.
El mercado manda
La actividad de la empresa se divide en tres facetas: la primera, el comercio de vacuno y equino; la segunda, el cebo de ternera y de caballo; y la tercera, el transporte de animales para otras explotaciones. Maitxene trabaja con pequeños comerciantes de Aragón, Guipúzcoa y alrededores que necesitan transportar animales de deshecho (ya no son útiles para dar leche) con destino a matadero. Cáceres y Buñol son los dos mataderos en los que descargan.
En la actividad de engorde, la compañía compra ganado en toda España y los traslada a sus instalaciones de Navarra, donde los animales se ceban durante entre 5 y 7 meses hasta que alcanzan el peso necesario.
Después, el 85 % se destina a carne para supermercado y el resto para Italia, en la zona de Puglia.
En internacional, Marruecos es uno de los destinos más habituales, hasta donde bajan normalmente en expediciones de 10 camiones con novillas preñadas para explotaciones de leche. Desde Europa (Alemania, Holanda, Francia y Austria), los vehículos de Maitxene bajan a España con cargas de vacuno con rumbo a granjas gallegas y asturianas.
Cuando el encargo es grande, el propio Fran se pone al volante de un Scania y viaja con el resto de la expedición.
“El transporte más lejano que hemos hecho —cuenta el encargado— fue un viaje en que tuvimos que subir hasta Bretaña, donde cargamos vacas, y de allí hasta Odessa, en Ucrania. Lo hicimos tres veces. Había bastante futuro ahí”, hasta que los conflictos con Rusia fastidiaron el negocio.
Pese a que Javier, el jefe de tráfico, y el propio Fran combinan a diario calendario y camiones para dar servicio a sus clientes, lo cierto es que en este sector los cambios de planes están a la orden del día, y la capacidad de adaptación es imprescindible.
“Estamos siempre pendientes de los clientes y lo que quieren –cuenta Javier–. Muchas veces no hay margen de maniobra, te adelantan y te retrasan descargas, y tienes que estar el día que te piden”.
Los cálculos de tiempos se hacen al milímetro: hay que pensar en el tacógrafo, los descansos de los animales y los tiempos de espera en aduanas. Casi nada. “Se pasa mal”, reconoce Fran.
No obstante, es verdad que, pese a las exigencias del sector, el servicio se paga bien. En los precios ya se incluye el viaje de ida y vuelta, por lo que, si no hay más remedio, muchas veces se viaja de vacío, ya sea de subida o de bajada.
Además, existen ventajas que serían impensables en otros sectores del transporte por carretera, como que, sea la hora que sea, el cliente te espera para descargar; o que se permita circular en fin de semana.
El mercado manda y moldea toda la actividad. Las fluctuaciones son constantes, como explica Fran: “Hay clientes que no te llaman en un año y luego cae el cerdo aquí y hay que sacarlo fuera. Sobra carne, baja el mercado interior y llega el momento en que las explotaciones tienen que moverse y vender fuera.
A nosotros nos viene bien porque muchas veces nos baja la actividad de engorde y nos sube la de transporte. Vamos combinando”.
Cuando hay picos de trabajo y los 15 vehículos de Maitxene no pueden absorber toda la actividad, la empresa echa mano de colaboradores como Transportes Iván Gómez, de Cantabria, o los guipuzcoanos de Transportes Albisu.
Del caserío familiar a toda Europa
Para conocer la génesis de esta compañía hay que viajar 100 km al norte, hasta el valle de Ultzama, a las faldas del Pirineo. Allí, la familia Barberena se ha dedicado a la ganadería desde hace generaciones. Allí está el caserío Maitxene, el hogar de Jesús Mari Barberena, el padre de Fran, que hoy suma ya 83 primaveras. “Teníamos 20 vacas, mi padre era ganadero puro y duro”, cuenta el encargado.
“Nunca tuvo camión. Esto lo montamos más tarde con mis hermanos”. Fran y su hermano mayor, José Ignacio, comenzaron a mover cabezas de ganado en la época en que las fronteras aún no estaban abiertas y el contrabando de animales era una fuente de ingresos muy tentadora.
“Ya se hacía en tiempos de mi padre –explica–. Teníamos un camión para la paja y mover algún animal. Pero, claro, cuando te llamaban para pasar un porte de Francia para acá, valía la pena”.
Empezaron con un Iveco, al que luego seguiría un MAN, y de ahí a un viejo Mercedes 19.44 dos ejes y más de un millón de kilómetros, preparado ya para transportar ganado en condiciones mucho mejores.
Con la apertura de las fronteras se acabó el trabajar al margen de la ley y empezaron a profesionalizarse. Sobraba el trabajo y faltaban tráilers tan especializados como el que arrastraban los hermanos Barberena. Así que, poco a poco, fueron añadiendo cabezas a la flota.
La capacidad del caserío familiar se hizo excesivamente pequeña y hace aproximadamente siete años decidieron cambiar las montañas de Ultzama por el clima seco de la Ribera Navarra, mucho más benévolo para la actividad de cebo de ganado.
Fran y sus tres hermanos trabajan ahora para mantener la calidad de Transportes Maitxene. La normativa les marca férreamente, no hay margen para la improvisación y los clientes exigen rapidez y capacidad para adaptarse. Fran suspira. Atiende al móvil por enésima vez y sigue dándole vueltas a la cabeza para cuadrar nuevos viajes.