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Las ferias de ganado en Galicia

Las ferias de ganado, especialmente en el interior de Galicia, son lugares donde todavía se mueven fajos de billetes de mano en mano, donde los cajeros son todavía una presencia extraña y en los que las negociaciones aún se calculan con memoria vertiginosa en pesetas, cuando no en duros.

Allí, la palabra dada tiene todavía más valor que el documento firmado, y el regateo, la chalanería, es el valor que aún sustituye a las cotizaciones oficiales; no en vano, esta palabra da nombre al tratante de ganado, el “chalán”, prefectamente reconocible por su bata azul o marrón y su “guillada”, una vara larga y flexible para arrear el ganado.

Esta palabra, que ya sólo usan y recuerdan los más viejos del lugar, es la que define la profesión de José Neiras, de la localidad lucense de Monforte, que pertenece a una saga familiar que lleva más de sesenta años en el negocio de las ferias de ganado.

Ferias ganado Galicia

Su jornada comienza a las cuatro de la mañana cuando coge su camión para trasladarse a alguno de los mercados ganaderos de Galicia, que en torno a las seis ya están en plena actividad.

Nosotros le encontramos en la feria de Sarria, también en la provincia de Lugo, cargando los últimos terneros en el camión en el que viene a recogerle su hermano. La jornada no ha sido especialmente buena, algo que Neiras, un hombre parco en palabras, comenta que empieza a ser desgraciadamente habitual.

“Éste es un negocio que va cada vez a menos. Las ferias pequeñas no tienen futuro. Ahora todo el negocio se mueve en los grandes mercados ganaderos o directamente en las casas y las granjas, donde los paisanos entregan el ganado directamente”. Esta tendencia la confirman los últimos datos oficiales económicos del sector.

En los últimos cinco años, el descenso de concurrencia a los mercados ganaderos ha sido superior el 30 %, aunque Galicia siga a la cabeza del mercado nacional en este sector. Una de las causas principales es el retroceso del censo de ganado vacuno, que desde la entrada de España en 1986 en la Unión Europea, entonces Mercado Común, ha bajado en la comunidad gallega en torno a un 15 %.

Ese descenso es más llamativo todavía en las vacas y terneros de carne, los principales protagonistas de las ferias gallegas, ya que las inversiones más importantes en los últimos años se han realizado en el sector lácteo, donde las vacas de raza suiza y holandesa se han impuesto al ganado autóctono.

Ferias ganado Galicia

Tiempos de cambio

Otro factor fundamental en este retroceso de un mercado tradicional es la progresiva tendencia a la concentración en grandes mercados ganaderos que centralizan la actividad y abaratan los costes. Hasta hace poco más de un año, el mercado por excelencia era el de Salgueiriños, en Santiago de Compostela, que luego fue sustituido por el de AMIO, cuya superficie ha sido destinada ahora preferentemente a otro tipo de ferias y exposiciones, como las de vivienda.

La tendencia es a agrupar en dos o tres grandes mercados toda la actividad que antes se desarrollaba en las ferias locales, que, cada vez más, se van convirtiendo en una especie de mercadillos con más o menos sabor tradicional.

Quizá por eso, cada localidad se ha ido especializando en un determinado tipo de ganado o de producto.

En Sarria, por ejemplo, la feria está especializada en ganado vacuno y caballar, aunque también de vez en cuando se venden algunas ovejas y cerdos, pero, además, alrededor del recinto donde se realiza la tarta del ganado se monta un mercado en cuyos puestos se puede encontrar ropa, calzado, herramientas, quesos, embutidos e incluso verduras y productos frescos de la comarca.

Otras ferias próximas tienen sus propias especializaciones, como la de Escairón, donde se vende ganado y quincalla; la de Guntín, especializada en porcino, o la de Chantada, donde la estrella es el ganado vacuno de raza frisona selecta.

Ferias ganado Galicia

Froilán Pérez es un labrador asiduo de las ferias desde hace más de sesenta años. Aunque ya está teóricamente jubilado, sigue acudiendo una vez al mes a los mercados de Triacastela y Sarria para intervenir en los complicados tratos de compra y venta de reses y matar el gusanillo de la nostalgia de un mundo que conoció por primera vez cuando era un niño de ocho años y acompañó a su padre a vender una ternera.

“Entonces, el mercado era al aire libre, bajo unos árboles en los que se ataba el ganado. Veníamos con las vacas y las terneras andando desde el pueblo, y a las siete u ocho de la mañana ya estábamos en la feria. Era muy duro, porque había que aguantar el frío y la lluvia y pegarse unos madrugones tremendos”.

A pesar de esa dureza, Froilán echa de menos los viejos tiempos: “Ahora, todo es más impersonal. Antes nos conocíamos casi todos y sabías de que pie cojeaba cada uno, lo que valía mucho a la hora de tratar los precios del ganado. Ahora ya casi no hay trato, los jóvenes, los pocos que aún se dedican a esto, han perdido la habilidad de negociar y todo acaba en muy poco tiempo”.

Froilan coincide con José Toirán en que los cambios son inevitables y la crisis evidente: “Este tipo de ferias tienen los días contados. Casi nadie quiere dedicarse a esto, y pronto sólo habrá dos o tres grandes mercados ganaderos en todo el país”.

Ferias ganado Galicia

Una vieja historia

Los primeros documentos oficiales que datan las ferias gallegas son los que se refieren a la feria de Santiago de Compostela, que viene del siglo XII y es posiblemente una de las más antiguas de España.

Un decreto del rey Alfonso VII y del arzobispo Gelmirez, del año 1138, ordenaba que nadie comprase caballos, yeguas, toros o vacas a ladrones, corruptos o desconocidos, en un intento de regular un comercio tan antiguo como los propios habitantes de las tierras galaicas.

El mayor desarrollo se produce a finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, cuando las ferias se convirtieron en el centro neurálgico de la vida y la economía gallegas. A principios del siglo XIX Galicia sufre una profunda crisis agraria que acaba provocando una progresiva especialización del sector en el mercado ganadero, comenzando a convertirse en una comunidad proveedora para el resto de la Península.

Al mismo tiempo, los campesinos acaban de liberarse de las ataduras forales del antiguo régimen y se convierten en propietarios de las tierras que sus familias cultivaban desde tiempo inmemorial, dando paso al minifundismo.

En el siglo XX, las ferias de las cabeceras comarcales se convirtieron en el punto de cita de la población de las aldeas que acudía al mercado para vender sus productos y proveerse de lo necesario para el sustento de la familia. Los años 60 y 70 fueron la edad dorada de este actividad.

Los vecinos de las aldeas llegaban a primera hora de la mañana en lo autobuses de línea con sus quesos, sus lacones, sus chorizos, sus huevos o sus gallinas, y regresaban al atardecer con las ropas, herramientas y los otros artículos de primera necesidad, que habían comprado con las ganancias obtenidas.

Esos días de feria eran también una de las pocas ocasiones para hacer vida social, en una comunidad de aldeas aisladas y mal comunicadas entre sí.

Ferias ganado Galicia

El panorama comenzó a cambiar radicalmente a finales de los años 70, cuando el agro gallego comenzó a mecanizarse, los tractores sustituyeron a los viejos carros de bueyes y los coches utilitarios empezaron a dejar sin clientes a los autocares.

Las viejas arboledas bajo las que se cerraban los tratos dieron paso a las modernas naves de los mercados ganaderos, ganando en eficacia y servicios y perdiendo en romanticismo y sabor popular.

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