Hablar con Antonio Nogués es abrir un libro de historia. Capítulos dedicados a su familia, al taller que abrió su padre, donde se arreglaban los camiones que se quedaban tirados por la antigua nacional II.
También capítulos de cómo pasaron de ser mecánicos de esos vehículos estropeados a dedicarse exclusivamente a remolcarlos en sus grúas.
Pero sobre todo oír hablar (escuchar) a Antonio Nogués es aprender qué era La Panadella, un enclave estratégico situado en la N-II, a 90 kilómetros de Barcelona y que suponía uno de los puntos más complicados entre Madrid y Francia.
De hecho, La Panadella forma parte del transporte de este país desde después de la guerra con el estraperlo. Todo el tráfico que comenzó a emerger supuso que en los años cincuenta se abriera la primera fonda, luego llegarían dos más.
Con el devenir de los años vendría la gasolinera, hostal, numerosos servicios para atender a centenares de transportistas que tuvieron durante décadas paso (y parada) obligado en este punto.
Uno de esos establecimientos que abrieron sus puertas en La Panadella tiene mucho que ver con nuestro cicerone. Se trata de Talleres Nogués, taller mecánico puesto en marcha por José, el padre de Antonio.
«Se hizo a la realidad del momento. Antes de que empezaran a circular por aquí Barreiros o Pegaso, los camiones que veías eran reconstruidos. A partir de un chasis se iba colocando un motor, el cambio, el diferencial con una cabina que le daba forma un planchista.
Con este tipo de vehículos y con las carreteras que había, las averías eran constantes», nos explica Antonio Nogués, mientras recuerda con nostalgia una época «peculiar, bonita, llena de voluntad, ganas, sacrificio, mucho esfuerzo y sobre todo profesionalidad.
El conductor de antes tenía memorizado el recorrido, sabía qué pendiente, qué curva venía, pero claro, con bajadas tan pronunciadas como la que acaba en el Bruc, muchos se quedaban sin frenos y acababan fuera de la carretera».
Si bajar era complicado, subir tampoco era tarea fácil. «Coronar también era difícil. Algunos no lograban aguantar y se iban para atrás. Por esta La Panadella pasó de todo.
Averías, accidentes,… La gente que venía desde Barcelona ya pensaba en parar aquí. Comía, cenaba, sobre todo respiraba, porque ya había pasado el Bruc, el punto más complicado. Luego, llegar a Lleida era diferente, todo más suave. Fraga, La Muela, esos tramos también eran de aúpa».
reparar sin parar
En esa efervescencia del país y como bien dice nuestro invitado, Talleres Nogués fue creciendo a la par que La Panadella y todo ese tráfico de vehículos supuso que hubiera averías por todas partes. Eso sí. «Antes los camiones los reparábamos en la misma carretera.
Sin arcén. Se calzaba bien y manos a la obra. Por ejemplo se desmontaba el cambio, se llevaba al taller, se arreglaba, se llevaba, se volvía a montar y listos. Carretera y manta«.
Llegó un momento en el que ya empezaron a circular camiones Pegaso o Barreiros. «Nosotros nos convertimos en servicio oficial Pegaso. En ese momento ampliamos la nave. Se reparaba sin parar. Culatas, cigüeñales, cambios, motores. Había muchas averías y también muchos accidentes.
Cuando nos llamaban que se había averiado tal vehículo, nos encontrábamos que no teníamos servicio para remolcarlos. No teníamos grúas. Llamábamos a otro taller que sí las tenía y nos daba ese servicio, pero ya se sabe que depender de terceros suponía que muchas veces no venía.
Ante esta situación decidimos tener una grúa para no detener que depender de nadie. Fue la imperiosa necesidad del taller para poder dar un servicio en condiciones a sus clientes», nos cuenta Nogués.
Así, en 1957 llegó la primera grúa. Un MAN con motor de 90 CV, diferencial americano marca Stewart, cambio CPM de seis velocidades, frenos de aire, dirección mecánica y una pequeña pluma detrás.
«Esta grúa quedó obsoleta y la acabamos jubilando. Entonces llegó un Pegaso Barajas. Más tarde entraron otros Pegaso, así como un Mack M51 del Ejército con pluma hidráulica, motor Cummins y tracción total. Un vehículo ideal que estuvo mucho tiempo con nosotros», recalca nuestro anfitrión, que nos sigue explicando esa evolución a la que llegó Talleres Nogués.
«Con el paso de los años, la reparación dejó de ser negocio. Con la entrada de los camiones europeos dejamos de reparar y potenciamos las grúas».
A esta lógica travesía se sumaron un par de golpes de suerte que contribuyeron al despegue de la empresa en el negocio de las grúas.
Por un lado, en 1992 comenzó a construirse la presa de Rialp, una enorme infraestructura que dio diez años de trabajo y les permitió comprar grúas autopropulsadas móviles. Maquinaria moderna para colocar sin problemas piezas enormes de hormigón y que también servía para, por ejemplo, sacar un tráiler de un barranco.
El otro golpe de suerte llegaría una década más tarde. Justo cuando finalizan las obras de la presa se inicia la construcción de la autovía A-2, que venía a desdoblar a la mítica N-II.
«De 500 vehículos al día que pasaban por aquí en sus inicios, con la autovía ya en marcha, el tráfico llega a los 50.000. Los establecimientos de La Panadella han tenido que readaptarse a la nueva circunstancia, donde el paso ya no es obligatorio. En cambio para nosotros ha sido vital. El volumen de tráfico es bestial», puntualiza Antonio.
Ante este panorama, Grúas Nogués ha sabido hacerse de una flota de vehículos que da respuesta a dos tipos de negocios distintos.
Por un lado, el de los trabajos en construcción, industria y obra pública, con los que usa las enormes grúas móviles hidráulicas capaces de todo.
Por otro lado, la asistencia de vehículos en carretera. Para ello, trabajan prácticamente con todas las compañías aseguradas, que al fin y al cabo son las que le dan el trabajo.
Así, el servicio más habitual de Grúas Nogués es el remolcaje del vehículo hasta el taller oficial de la marca. Luego también hacen la repatriación. «Todas las compañías pagan por llevar el vehículo al servicio oficial más cercano. Si la avería es pequeña, siempre se hace así.
Pero cuando es algo más importante, normalmente el cliente prefiere llevarse su camión a su taller de confianza, aunque esté a 700 kilómetros. Así, hacemos muchos desplazamientos largos. El Ejido, Murcia, Málaga, Tudela, Murcia,….», detalla Antonio.
Además de remolcar, también están los accidentes, que hay muchos. «Este tipo de servicios tienen que hacerse lo más rápido posible porque la vía está cortada. Nosotros en un par de horas lo podemos dejar liquidado».
Con casi setenta años remolcando vehículos, el presente de Grúas Nogués funciona por propia inercia. Se trata de que suene el teléfono, cuantas más veces, mejor. Durante todos estos años han sabido estructurarse para poder decir siempre que sí. Aquí, todos los servicios se atienden.
Cerramos el libro. Hemos aprendido. Lo hemos saboreado. Seguro que en un futuro vendrán otros capítulos.