Al tener una carpa de circo enganchada a su eje delantero, Luis Miguel no pudo paladear este Scania 143 H in situ, pero las sensaciones que transmitía al arrancar con un cuarto de vuelta eran colosales. Ya en Murcia fue desmontado enterito y se restauró con maestría y delicadeza.
Puntero en una época no tan lejana, este modelo tenía la misma base motriz que el Scania 143 H 500 CV, del que se desplegaron muchas más unidades. Pero el secreto del éxito del 450 CV radicaba en que no llevaba electrónica, por lo que sus averías eran mínimas.
“El 500 también tenía el motor en V, como el 400, el 420 o el 450, pero ya llevaba una mecánica con algo de electrónica, que daba más problemas en ruta. Además, si al 450 le tocabas un poco la bomba inyectora, se merendaba al 500”.
Luis Miguel Ros García, nacido en Valladolises, aunque afincado en la también murciana Corvera, suscribe estas palabras mientras nos recibe, junto a sus amigos Tomás y Lorenzo, en la nave que este último posee en Torre-Pacheco.
Los tres citados, protagonistas en su día de Solo Camión con alguno de sus clásicos, se han convertido en cómplices y hermanos de afición. Juntos pasan el tiempo afinando alguno de sus vehículos o llevándolos de paseo, ya sea como coartada para el almuerzo en una mañana dominical, o haciendo subir unos grados el nivel de cualquier concentración camionera.
Aunque en el taller de chapa y pintura que regenta Ros el turismo ocupa gran parte de su trabajo diario, los camiones le han producido fascinación desde que era adolescente. “Cierro los ojos y aún recuerdo a mi vecino aparcar su Pegaso 260, de doble dirección, que fue el primer cabina cuadrada que pisó Murcia.
El destino quiso que conociera en su momento a Paco Bernal –se congratula Luis Miguel–, y él me dio a conocer a otros grandes expertos en restauración, como Isidoro o Lorenzo Nieto. Me hice muy amigo de este último y nos recorrimos media España buscando un Pegaso Troner, que era el modelo que se me había metido en la cabeza.
Fue un periplo largo y con pocos resultados, porque nos decían siempre que el camión estaba bien y no era cierto”.
Encima de una unidad Troner que esta pareja fue a buscar a Valencia, el camión hizo aire, con Luis Miguel ensimismado en el cuadro de mandos, y el vehículo se movió solo. El azar quiso que no se llevara por delante a Lorenzo y al dueño del Troner, que hacía unos segundos habían estado ahí mismito.
“El susto fue gordo y Lorenzo me planteó el acabar con la odisea de buscar un Troner. Él –continúa Luis Miguel– había trabajado con Pegaso 25 años y admira la marca, pero me convenció de que, si bien es cierto que Pegaso tiene más simpatizantes, la explicación muchas veces está en que algunos adeptos lo que quieren es recuperar el camión que llevaban sus padres, o ellos de jóvenes.
Los clásicos Volvo o Scania tienen mucho caché, y lo cierto es que me dejaría tanto dinero restaurando una marca como otra”.
Tras alguna experiencia funesta, de esas que demuestran que la palabra dada es un valor que mejor no suponérselo a todo el mundo, nuestros hombres dieron con el Scania 143 H que se cita al inicio del artículo.
“Sonaba de maravilla, no tiraba humo e iba finísimo. Era un camión que había trabajado poco –puntualiza el murciano–, porque al comprarlo en Francia no arreglaron bien sus papeles y les salía mejor comprar un Serie 4. Me costó matricularlo, porque las cosas de palacio van muy despacio cuando se trata de un vehículo antiguo”.
Este modelo, que iba equipado con cierre centralizado, elevalunas y retarder, dejó de fabricarse en 1996, año en el que precisamente salió esta unidad. “Es de lo mejorcito que ha tenido Scania –se reafirma– y, como se fabricaron pocas unidades, anda muy buscado. Le hice caso a Lorenzo y hoy se lo agradezco.
De los tres –afirma bajo el gesto complaciente de los amigos citados–, Lorenzo es sin duda el patriarca, con una memoria privilegiada. Tiene maña, es generoso y sabe persuadir”.
Pieza por pieza, incluida la quinta rueda, se fue desarmando esta preciosidad. Con la placa verde al punto, Lorenzo Nieto, que cuenta con más tiempo disponible al estar ya jubilado, le propuso dejarlo en su lonja para irlo revisando en detalle.
“Al principio lo llevaba él más que yo –sonríen ambos–, y por eso lo aseguré también a su nombre. Cuando me centré con el camión en serio, lo fui equipando con piezas nuevas originales Scania: cristales, guantera, espejos, guardabarros, gomas, parabrisas y otros muchos accesorios.
Un escudo original de Scania me tuvo meses trajinando por internet. Menos mal que tenemos a un buen amigo, Antonio Guillermo, hijo también de transportista, que nos ayuda muchísimo. Cuando nos vemos apurados –ríen ahora los tres–, siempre hay alguno que suelta un ¡vamos a llamar al internauta!”.
Al contrario del de muchos Scania, que suelen mostrar huecos vacíos, el cuadro de este Scania está supercompleto. Unos relojes le han venido de Alemania, otros de Holanda, la caratula de Italia… o sea, que media Europa rueda en este clásico. Nuestro hombre, en cualquier caso, conserva todas y cada una de las piezas cambiadas, por lo que pueda pasar.
“La gracia de una restauración está en que seas tú el protagonista. Lorenzo, Tomás y yo nos entendemos casi sin hablar. Cada uno tiene su camión –culmina Luis Miguel–, pero a la hora de cuidarlos, es como si todos fueran de todos”.