Superar las dificultades a las que se enfrenta un transportista en la actualidad bien podría compararse con la batalla por la supervivencia que mantienen Autobots y Decepticons en la película de ciencia y ficción “Transformers”.
Pero no, no van por ahí los derroteros de la historia de este Mercedes-Benz Actros 1846 MP2 de Miguel Ángel Coca.
El caso es que este transportista “tardío” quiso explorar otros trabajos y profesiones antes de entrar en el sector, a pesar de que toda su familia se dedica al transporte, por aquello de llevar la contraria. “Pero al final, es mejor, porque descubres qué es lo que te gusta.
Pasé por tres trabajos antes, para acabar viendo que lo que me gusta es conducir”, admite Miguel Ángel. Anduvo haciendo reparto con una furgo y, tras meditarlo, pensó que era mejor pasar a un camión.
De chófer a autónomo
Tenía 24 años cuando entró en la profesión, y como la mayoría, lo hizo de chófer, conduciendo un camión rígido. Pero al mes y medio, ya preguntaba cuándo le iban a dar un tráiler. Entraba un mes de febrero con el rígido y en abril ya estaba al volante del tráiler de una empresa en el puerto de Barcelona.
Apenas tres años después, tras el cierre de la empresa para la que trabajaba, decidió establecerse por su cuenta, de autónomo.
“El puerto es duro, la faena es así, pero si echas horas de más, luego te lo encuentras. La siembra es importante”, reconoce nuestro protagonista. Su primer camión fue uno prácticamente igualito a este, un Mercedes-Benz Actros MP1, mientras que su amigo “El Chato”, Rafael Rincones, iba al volante de este, un 1846 MP2.
A pesar de ser vecinos de toda la vida, no se conocieron hasta que ambos trabajaban en el puerto. Cuando Rafa decidió venderlo para cambiar, Miguel Ángel, aunque no era el mejor momento –¿cuándo lo es?–, apostó por realizar el esfuerzo de quedárselo.
Rafa ya lo había customizado con algunos detalles, como la visera, luces, etc. “Ya lo llevaba muy fino. No me gusta sobrecargarlo y Rafa me ha enseñado mucho.
Un Mercedes es difícil de tunear, no se puede cargar por la línea que tiene, y El Chato no le había puesto extravagancias. También me ha ayudado mucho”, argumenta el actual propietario.
Quizás precisamente por ello, Miguel Ángel, aunque ha quitado el nombre de El Chato que Rafael mantenía en grande en la trasera cuando era su Mercedes-Benz, lo ha conservado en forma de chapa, como un recordatorio de que su amigo ha ofrecido mucho al actual aspecto.
“En mayo hará tres años que le cambié el motor entero, unos 20.000 euros me costó, y hasta que me deje la ley por homologaciones y emisiones lo conservaré. Siempre llevo el mantenimiento a punto”, asegura Miguel Ángel.
Pues todavía recuerda la pena que sintió al tenerse que deshacer de aquel Actros MP1 que vendió a un padre e hijo de Zaragoza, que estaba impoluto, pues aunque ahora cuenta con una pequeña flota de tres camiones, entonces no pudo mantenerlo.
“Sé que al año, ese padre e hijo, revendieron mi camión, y me supo mal que no me lo dijeran, quizás habría podido recuperarlo, porque estaba estupendo. Solo me queda el recuerdo de estar un año en la concentración de La Torreta con los dos camiones juntos. Conservo esa foto como oro en paño”, rememora nuestro protagonista.
Cabe destacar que Miguel Ángel reemplazó aquel MP1 por este MP2, pues para el tipo de transporte que se dedica en el puerto, el transporte de contenedores frigoríficos, este cuenta con mejores sistemas, como el retarder, entre otros.
Transformaciones
Harina de otro costal es la decoración que luce este Actros. Probablemente, una de las últimas creaciones de Flora Biosca, antes de dejarnos. La primera idea que pasó por la cabeza del propietario fue la de plasmar un licántropo, pero hablando con sus hijos, Xavi y Marc, que les gustaba la serie de dibujos animados “Bola de Dragón”, pensaron en dibujar un Goku en plena transformación.
Pero más tarde, los propios niños, después de ver la película de “Transformers”, dijeron: “¿Y si el camión del papa se convierte como Optimus Prime?”.
“Fue Flora la que me dijo, te das cuentas, las tres opciones son transformaciones. Hombres que se convierten en lobos, Goku transformándose en un ser más fuerte y camiones que se convierten en robots”, y también le dio que pensar a Miguel Ángel. Así que la elección parecía clara.
Una vez decidido el tema, era cuestión de decidir el diseño y la apariencia del Autobot. 18 días estuvo el camión en el taller para aerografiar los Actros reconvertidos en robots en el Mercedes-Benz. Y aunque debían ser exactamente iguales, un error hizo que cada peque tuviera su propio Autobot en el camión de su padre.
También querían que cada robot empuñase una espada láser, pero al final, los AutoActros muestran un dedo rampante ladeado: “Así solemos salir en los retratos de familia, indicando que todo está bien y seguimos dando gas”, aclara Miguel Ángel.
Los Autobots asignados a los niños quedan justo bajo el paraguas del nombre de Carmen, madre y compañera de Miguel Ángel en esta aventura, la de ser padres.
“Aproveché que me operaron de los ligamentos y no podía conducir para estar paso a paso en la decoración. A veces no podía dormir porque había visto algo que no me gustaba. Pero iba y lo hablaba con Flora, antes de que siguiese por ese camino. Pero al final, ha valido la pena”, sentencia Miguel Ángel Coca.