La historia de Juan es la de tantas personas hechas a sí mismas. Con 15 años salió de Turleque (Toledo) hacia Madrid, a la búsqueda de ese futuro que todo joven ansía. Bien pronto tomó contacto con el mundo del camión, realizando este viaje precisamente en uno de esos vehículos.
Llegado a la capital, se aloja en primera instancia en casa de un tío suyo. Ya fuera, trabajando como mozo de reparto en una bodega o como camarero, Juan se fue abriendo paso en la vida. Afincado definitivamente en Madrid, y casi sin darse cuenta, le llega la hora de hacer el servicio militar.
Tras finalizarlo, se saca el carnet de camión y se estrena con un Ebro de una empresa de Moralzarzal. En abril de 1973, y a medias con su tío, compra un flamante Avia 5000 en el concesionario Iberauto de Madrid. Más concretamente en el paseo de las Acacias, junto al río Manzanares.
El camión se carroza, con una caja mudancera, en la empresa Toribio y Facundo de Segovia. Se trataba de una empresa puntera en el sector a escala nacional, y era licenciataria en España de la importante firma alemana Akermman.
Con un bonito color carmesí, el Avia y su carrocería rezumaba elegancia, se mirara por donde se mirara. Comienza así una dilatada actividad que llevará al camión a recorrer toda la geografía nacional. Mudanzas y transportes de volumen fueron la mayoría de los portes que realizó este Avia, aunque en ocasiones llevó también a cabo algunos muy curiosos y llamativos.
Entre otros, fue el camión utilizado para trasladar el atrezzo de diversas compañías de teatro y zarzuela de la época, como las de Antoñita Moreno o los hermanos Gutiérrez Caba. Sin dejar el mundo del teatro, fue contratado por el Ministerio de Información y Turismo como transporte en los llamados Festivales de España.
Aunque si de transportes curiosos hablamos, de justicia es mencionar los realizados por el Avia con un automóvil de carreras propiedad del piloto Juan Llagostera. Durante cierto tiempo, el camión fue el responsable del desplazamiento de este coche de competición desde Italia a España y Portugal.
Juan conoce en Madrid a Guadalupe Ruiz-Roso, una extremeña emigrada como él a la capital, con la que se casó y con la que tuvo tres hijos: Eva, Sara y Enrique. Tres años después de la adquisición del Avia, Juan compra la parte de su tío, convirtiéndose desde ese momento en su único dueño.
Formada su familia, con un excelente vehículo como herramienta de trabajo, así como con ese carácter suyo de emprendedor por bandera, nuestro hombre crea su propia empresa. Aunque el camión cambia su rotulación externa, no hace lo propio con su decoración.
No se arredró Juan, y el furgón del Avia continuó haciendo los más variados portes, unos portes en los que primaba, lógicamente, el volumen y el poco peso. En aquellas ocasiones en las que flojeaba el trabajo, era habitual ver a Juan aguardando clientela en el llamado punto de Ventas, junto a la celebérrima plaza de toros madrileña.
Se trataba de trabajos ocasionales, que siempre eran bien recibidos y que servían para mantener la economía familiar. Tras adquirir su primera vivienda en Alcobendas, Juan traslada a esa localidad su nuevo punto de parada en el paseo de la chopera, por donde discurría la N-I.
Hasta 1980, el Avia fue el único medio de transporte particular de la familia Moraleda Ruiz-Roso. De hecho, en el camión se llevó a Guadalupe al hospital para que diera a luz a su primera hija. La empresa fue creciendo, y en 1984 Juan adquiere un almacén guardamuebles en Alcobendas.
Las perspectivas se amplían y un segundo Avia, en este caso usado, se une al 5000. A fuerza de tesón y esfuerzo de toda la familia, otros vehículos más modernos se incorporan, así como un nuevo almacén en Torrelaguna.
El Avia seguía siendo muy querido y fue rebautizado como el rojo, o de una forma más entrañable, el abuelo. Sea como fuere, los años no pasaban en balde y de forma inexorable el viejo camión veía comprometido su futuro; y conste que no era por problemas mecánicos o similares, sino porque entrados en el siglo XXI se demandaban unos nuevos servicios que el 5000 sencillamente ya no podía ofrecer.
Coincidiendo con la incorporación de un Nissan Cabstar a la empresa, y después de 34 años de trabajo ininterrumpido, el Avia causó baja. ¿Crueldad del destino?, ¿casualidad?, el caso es que un vehículo de la misma marca, que heredó los viejos activos de la marca Avia, fue el responsable de su jubilación forzosa.
De Aranda al corazón
Hacia la localidad burgalesa de Aranda de Duero marchó el Avia en 2007 por sus propios medios. Como si fuera un cetáceo varado en una playa, así quedó en la campa de la empresa carrocera Narro.
Su destino no presagiaba lo mejor, eso era evidente, pero cuando llega mayo de 2010, y sin decirle nada a Juan, el resto de la familia acuerda abordar la completa restauración del camión.
Los tres años parado en Aranda de Duero, junto al inevitable paso de los años, hacían necesaria una profunda reparación. El abuelo bien se lo merecía. Con la inestimable ayuda de un amigo de la familia, Sergio Utrilla, el proceso se pone en marcha. Dividido el trabajo en tres partes separadas: mecánica, carrocería y chapa; el camión se disecciona por completo.
El motor es vuelto a la vida por Juanjo, de talleres Tec-vir. El furgón lo restaura la mencionada carrocerías Narro, mientras que el chorreo del chasis y posterior reparación de la cabina, pintado, etc., lo realizó el propio Sergio, a la sazón responsable de la empresa Kira-Klaus.
Sergio se mostró muy ilusionado desde el principio, así que hizo suyo el encargo de la familia Moraleda. Dicho así, en unas pocas líneas, todo el trabajo que hubo detrás de la recuperación podría parecer que fue tarea sencilla.
Nada más lejos de la realidad. Las dificultades encontradas en la restauración fueron no pocas, y en muchos casos encontrar repuestos y piezas originales se convirtió en misión casi imposible. Con mimo y mucha dedicación, el Avia fue recuperando el esplendor de antaño y el interior de aquella cabina volvió a ser aquel mismo lugar en el que la familia Moraleda se desplazó a tantos lugares.
Aquel espacio tan querido en el que se compartieron tantas y tantas vivencias. Nuevamente, por sus propios medios y con el mayor de los sigilos, el Avia se desplazó desde Aranda de Duero hasta Torrelaguna.
El objeto final de la restauración era, en definitiva, dar la mejor de las sorpresas al mejor de los padres. Para ello, qué día más indicado que el mismo Día del Padre. El 19 de marzo de este 2011, la familia Moraleda se encontraba reunida en su almacén de Alcobendas celebrando la festividad del día, hasta que llegado un momento, de forma discreta y sin que Juan lo notara, Eva y Sara se apartaron del grupo.
A partir de aquí, se me antoja difícil poder plasmar en un texto lo que Juan debió sentir al ver entrar por la puerta del almacén al entrañable “abuelo”, con sus hijas dentro de él. Pero lo cierto es que las lágrimas brotaron de esos ojos curtidos en no pocas batallas.
Esos mismos ojos que con quince años dejaron aquel pueblo de Toledo para poder abrirse paso en la vida. Los mismos con los que Juan ha guiado siempre el norte de todos los suyos.
Desde su restauración, ya no veremos al venerable “abuelo” haciendo mudanza ni porte alguno, aunque sí en diferentes concentraciones de vehículos clásicos como él. Desde que se restaurara, el Avia ha estado presente en diversos eventos como Torrelavega, Vicálvaro, Albacete, San Martín de la Vega o en el circuito del Jarama.
A los que seguirán muchos más. Si en el futuro, usted que está leyendo este reportaje, tiene ocasión de ver este camión, no lo mire como una simple máquina y sí como un símbolo del agradecimiento de un grupo humano, la familia Moraleda Ruiz-Roso, para los que este veterano Avia 5000 lo ha significado todo.