El Pegaso 2080 de Fernando Arribas, una restauración catedralicia

·  Un post de Jesús García
Tiempo de lectura: 5 min.

El valor del arte es permanente. El tiempo empleado en una obra es algo siempre concreto, pero el disfrute de ella es infinito.

Es por eso, y perdonen la franqueza, por lo que sólo el necio se preocupa por cuántas horas de reloj se han empleado en tal o cual creación, porque su goce posterior es perenne e incalculable en parámetros que puedan medirse en dígitos.

Si la restauración es arte o no en sí mismo sería objeto de un debate aparte, pero al menos sí se le ha de reconocer el ser una derivación o ramal del mismo.

Pegaso 2080

Eso sí, que un reluciente Pegaso 2080 del año 1971 es una auténtica obra de arte no merece discusión alguna. ¿De acuerdo todos? Pues continuemos entonces con el reportaje.

Fernando Arribas lo vio antes que nadie, pero cabe decir que aquel destrozado trasto que penaba en el desguace Foro de Burgos difícilmente podía pensarse que iba algún día a remozar de la manera que lo ha hecho.

Los ratos libres de uno son más libres cuanto más los dedicamos a aquello que nos gusta.

En ese sentido, este burgalés ha sido libre por donde quiera que se mire, pues no sólo ha dado rienda suelta a su pasión por los camiones antiguos, sino que en ese camino ha encontrado la complicidad absoluta, primero, y el cariño incondicional, después, de sus amigos Gonzalo y Toño, así como de su hija Claudia, que en los albores de la adolescencia, edad en la que se cultivan identidades, apasionamientos e ídolos tangibles e intangibles, es, según reconoce su propio padre, más fan aún de Pegaso que él mismo.

“Cuando vi el viejo camión en el desguace me asaltó la nostalgia y de inmediato dejé de pensar en cómo estaba, para imaginarlo sólo cómo quedaría después de retocarlo de arriba abajo. No me lo pensé dos veces y decidí comprarlo”.

Palabras como éstas sólo pueden venir de un forofo como Fernando Arribas, un decorador amante de coches, motos y camiones antiguos.

“Ya lo tenía en mi poder –continúa con una amplia sonrisa–, y como no sabía por dónde empezar, recurrí a mis amigos Toño, un gran profesional del transporte, propietario de la empresa Transportes Hermoso, y Gonzalo, también transportista y admirador de Pegaso. Ninguno de los dos dudó un instante en darme un sí rotundo, así que nos pusimos manos a la obra”.

Como en los últimos tiempos este camión sólo había conocido el agua de lluvia, lo primero, antes de ver por dónde empezaba la obra, fue pegarle un lavado a fondo.

Ahí comenzaron a evidenciarse con mayor claridad los defectos de la cabina, así que ante su irrecuperable estado, se decidieron por un Pegaso 1080 mucho mejor conservado, al que le habían echado el ojo en un pueblo cercano.

Mientras llegaba la nueva cabina, el tiempo se fue empleando en hacerle la mecánica al camión: reglajes, inyección, filtros, aceite, circuitos de aire, válvulas, pulmones, etc.

El paso siguiente fue el de restaurar el chasis, así que, a excepción del motor y el cambio, se desmontó todo, se chorreó con arena y se imprimó para su posterior pintado en gris Pegaso. Cuando llegó la cabina del 1080 para ajustarla al 2080, también fue desmontada para reparar todos los golpes y sanearla antes de ser pintada. En otra esquina de la nave, Gonzalo iba preparando por su parte el tapizado.

Con todo terminado

Por fin llega el esperado momento de montar la cabina en el chasis e incorporar la parte eléctrica y la mecánica. Una vez que se puso en marcha, ya todo vino rodado: lunas, salpicadero, tapizados y todos los etcéteras que este hombre va teniendo a bien conceder a su imaginación.

¿Será por eso que Fernando nos confiesa de “Imagine”, de John Lenon, que es su canción favorita? Lo cierto es que ésta sí ha sido su manera de conjugar su pasión por los camiones (especialmente los antiguos), que le viene de la familia de sus padres, siempre vinculada al transporte, y su oficio de pintor, un negocio en el que lleva ya trabajando 26 años.

En los últimos años, Fernando gusta, en compañía de su hija Claudia y sus amigos del alma, de acudir a concentraciones de camiones antiguos dentro y fuera de su provincia. Es en esos eventos donde abre las puertas de su Pegaso de par en par.

Pegaso 2080

“Me encanta –nos comenta este castellano jovial, que no nos perdonaría el no mencionar en ‘su reportaje’ las aportaciones de sus amigos Toño, Gonzalo, Michel, Quique, Caballero, Juan Carlos, Orlando y Toñín- ver a la gente que sabe apreciar una restauración y disfruta subiendo al camión, preguntándome o haciéndose fotos en familia delante del vehículo”.

Su siguiente paso será más que posiblemente el poner a punto un Pegaso ‘Mofletes’. “Mi hija Claudia, a la que juraría que le gustan los camiones antiguos aún más que a mí, se pasa muchas horas con nosotros cuando estamos trabajando en el camión, y está empeñada en que consigamos un Mofletes, por más que esté destrozado.

Ella es feliz en la nave… y yo también teniéndola ahí”. Se diría que en el código genético de los Arribas se ha colado un cromosoma en forma de camión. Milagros de la ciencia.

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