La empresa norteamericana Federal Motor Trucks comenzó su producción en la planta de Detroit en 1910, y mantuvo el negocio hasta finales de la década de los 50. De los cerca de 160.000 vehículos que salieron de su línea de producción, uno de ellos -que sepamos a ciencia cierta- terminó haciendo labores de transporte de material de minería para las fundiciones de Bilbao.
Eso es , al menos, lo que su actual propietario, Luis Fernández, tiene entendido. Y poco más. “No tengo mucha información al respecto”, nos comenta Luis. “Por el estado en el que lo encontré intuyo que se pasó toda la vida haciendo el mismo trabajo, hasta que su dueño lo jubiló”.
Ahí se pierde la pista del vehículo. Lo único cierto es que durante más de dos décadas, el Federal quedó olvidado bajo un cobertizo a las afueras de Bilbao, en el campo, hasta que un amigo de Luis dio con él. “Fuimos a verlo y el dueño de entonces nos comentó que su idea, en un principio, era restaurarlo.
Pero una cosa es querer y otra bien distinta es hacerlo”, dice Luis con una sonrisa socarrona. “Lo vi, me gustó y lo compré por 6.000 euros”. El Federal tenía nuevo propietario y su destino iba a cambiar radicalmente.
Un ‘Chevy’ como apoyo
La pasión camionera de nuestro protagonista viene heredada desde bien pequeño. Su padre ya era transportista, él también lo fue -ahora su hijo continúa con el oficio-, y a sus 77 años la restauración de vehículos clásicos es una manera de revivir antiguas épocas.
“Cuando ves el resultado final, cuando lo sacas en las concentraciones, cuando te das una vuelta con él… sientes una satisfacción y un orgullo indescriptibles. Es que yo he visto estos vehículos rodando ¡siendo nuevos! Cuando vuelves a escucharlos… imagínate los recuerdos”.
Durante cerca de un año, Luis y su hijo -también Luis- aprovecharon todos los ratos libres que tenían para encerrarse en la nave que tienen en Ojaiz e intentar devolverle al Federal su aspecto original. “Fueron muchas horas de trabajo”, recuerda nuestro protagonista.
“Pero la suerte de estos vehículos es que son máquinas tan sencillas, que se estropean poco y lo que se avería se arregla fácilmente. Antes las máquinas se hacían para que duraran. Eran camiones sin fecha de caducidad. Cambiabas una pequeña pieza ¡y a rodar otra vez!”.
En la parte mecánica, Luis y su hijo se encontraron con bujías, delco, platinos, condensador y bomba de gasolina inservibles.
Por suerte, un viejo Chevrolet -con el que Luis trabajó de joven- sirvió como fuente de recambios. “Son los dos de la misma época y de construcción muy parecida”.
Además de limpiar el motor y pintarlo, se buscaron igualmente repuestos para las tuberías, las zapatas de los frenos y la bomba del pedal. Nada más. El cambio se dejó tal cual estaba. “Al no ser sincronizado, no tiene problemas de mantenimiento ni conservación”.
Pese a contar con cerca de 80 años de antigüedad, el Federal mantiene prácticamente todos sus elementos originales, incluido el volquete de madera, que sólo hubo que raspar y pintar. Sin embargo, la cabina -toda construida en madera- fue irrecuperable.
El material estaba totalmente apolillado, por lo que se optó por rehacerla de cero. Julio Seco, un carpintero de Renedo, recibió el encargo y se puso manos a la obra. “El resultado es espectacular. Lo cierto es que Julio lo hizo muy bien y rápido, con mucho interés”.
En cuanto al chasis, el óxido se había expandido hasta cubrir totalmente toda la chapa. Hubo que rascarlo entero, aplicarle la imprimación y pintar. Un trabajo titánico, reconoce Luis, pero que ha valido la pena. El resultado salta a la vista.
Nos subimos al Federal rumbo al puerto deportivo de Santander. Luis coloca la manivela de arranque y la hace girar. El motor ruge y la cabina comienza su monótono traqueteo. ¿Aquí llevas radio?, le preguntamos.
“Con el ruido que hay aquí adentro, ¡no hay radio que se escuche!”, contesta nuestro entrevistado.
Comodidades, las justas. Recorremos sin prisa los pocos kilómetros que separan Ojaiz del puerto, con la madera vibrando a cada explosión del motor, y gritándonos para poder mantener una conversación. Así vivían los antiguos transportistas hace cincuenta años.
Luis lo sabe bien: “Yo he visto a camiones de este tipo circulando, y Ford 8, Studebaker, Chevrolet, Dodge “‘Carnero”… en estas condiciones se trabajaba entonces. Vehículos a gasolina, cargas a mano, todo más duro”. Pese a las horas echadas en el taller, codo con codo con su hijo, Luis sabe que ha merecido la pena. Y no puede ocultarlo. Le brillan los ojos mientras conduce.