El Ford A de Jordi Riera, cabalgando al trote

·  Un post de Francisco Alcaide
Tiempo de lectura: 5 min.

Subirse a un camión de 1928 te hace autotransportarte directamente a otra época. Hacerlo de la mano de Jordi Riera, el propietario de este Ford A es un auténtico lujo.

Con él nos paseamos y comprobamos en primera persona a lo que nuestro invitado está más que acostumbrado. Al paso de su camión, las miradas, las fotos, están garantizadas. Si la silueta de este veterano restaurado es de premio, el sonido de su motor te deja boquiabierto. Jordi lo pone en marcha y el pistoneo de su Ford se arranca cual Séptima Sinfonía.

Camionero de toda la vida, a Jordi le gusta decir que es “señor transportista. Aunque suena pedante, no lo es. Hay una explicación. Me levanto y a 30 metros tengo mi camión. Hago la faena del día. Voy a comer casi cada día a casa. Por supuesto a cenar y a dormir. Y alguna vez incluso desayuno”.

Ford A Jordi Riera

La primera experiencia en esto del transporte fue con una furgoneta, una DKV bicilíndrica, cuando trabajaba para un taller de neumáticos.

Jordi siempre quiso hacer internacional, ver mundo, en aquella época se pagaba bien, se premiaba, pero no consiguió tarjeta, así que se espabiló y comenzó haciendo reparto con un Avia 2500 que le compró a un amigo. Al poco adquirió un Ebro E150. “Me vi con dos camiones. Me he llegado a juntar con cinco.

Siempre rígidos, tráilers nunca. Mi mentalidad ha sido que cuanto más grande es el camión, más cuesta de comprar, más problemas para cargar, todo es más grande”, nos cuenta, mientras nos dice que actualmente le quedan dos: “Un Volvo FL6 con 30 años y un FE de 320 CV”.

Además de dedicarse profesionalmente a esto de los camiones, nuestro invitado siempre se ha movido por distintos clubs de vehículos históricos. Siempre ha ido a concentraciones, exposiciones, rallys. En su historia hay dos momentos claves.

Ford A Jordi Riera

El primero cuando su mujer, Mercè, le sorprendió con un regalazo para celebrar sus 25 años de casados, un Alfa Romeo Giulia 1300 Ti de color azul, una auténtica joya de la automoción. “Ese fue mi primer clásico. A partir de ahí vinieron otros, incluido el camión”.

El segundo momento importante fue cuando conoció en uno de esos eventos de coches clásicos a la persona que años más tarde le vendió el Ford A. “Era un conocido restaurador. El camión estaba totalmente desmontado. Cuando lo vi por primera vez tenía las viguetas del chasis apoyadas en la pared, sin ballestas, sin ruedas, con un cajón de madera repleto de piezas.

Ford A Jordi Riera

Me gustó mucho, pero en ese momento no tenía tiempo para montarlo y creo que tampoco sé lo suficiente como para llevarlo a cabo. Pero la principal razón era que no tenía espacio.  Así que le dije que lo fuera montando y que algún día se lo compraría”. Dicho y hecho. Con el camión ya restaurado recibió una llamada de esas que le apetecía recibir. Los astros comenzaban a alinearse. El Ford A ya estaba restaurado y él ya contaba con sitio para poder guardarlo.

En sus manos

Mientras disfrutamos del paseo en el Ford A, centramos nuestra atención en todos los movimientos que son necesarios para conducir el camión. “Es un vehículo difícil de llevar. Todo es manual, así que a veces te faltan manos”.

No olvidemos que se trata de un camión de 1928, con 30 CV, tres marchas y un volquete hidráulico que parece ser que fue el primero que construyó el afamado carrocero Ibáñez.

Con un peso total de 2.200 kilogramos y por el tipo de volquete, el Ford seguramente se dedicó en su época a cargar carbón, a trabajar en canteras o graveras. Algunas de sus particularidades las encontramos en el volante, donde además de la bocina, dispone de palanca de acelerador de mano y otra de avance. Abajo, tres pedales.

Ford A Jordi Riera

El Ford también cuenta con un grifo que hace las veces de paso de la gasolina al depósito. “Debes ir jugando con el paso de la gasolina para que el camión vaya más o menos desahogado. También debes tener en cuenta las marchas, el avance…

Aquí no te puedes relajar en ningún momento y siempre rezando para que no llueva porque el limpiaparabrisas también es manual. Entonces sí que te hacen falta manos”. La verdad es que la lluvia no le sienta bien al Ford. Además del inconveniente de ir moviendo manualmente el limpia, el vehículo, al no tener cristales en las puertas, debe montar unas cortinas de plástico diseñadas para tal efecto.

Ford A Jordi Riera

El problema entonces es que en el interior se hace la oscuridad. De todas formas, cabe reseñar lo ingenioso del invento. Con una restauración de lujo, tanto en el interior como en el exterior, con una tapicería exquisita, montada al detalle, y todo ello con una pintura en la que no escatimaron ni un céntimo, le proporcionan al conjunto un estado de restauración de diez.

Si a los 25 años de casado a Jordi le regalaron el Alfa, cuando llegó a los 40 su mujer tuvo a bien repetir la sorpresa, pero en este caso con un Citroën 2 CV Charleston. ¿Qué pasará cuando lleguen a los 50? Estaremos atentos. De momento, a disfrutar del Ford.

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