Cuidado con los neumáticos

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La situación la conocemos todos de sobra o, mejor dicho, sin ningún tipo de paliativos, la padecemos. Sabemos a cómo pagan la mayoría de los intermediarios el precio de los pocos portes que ponen en circulación. Sabemos que alrededor del transporte se mueven más chorizos que en Revilla, que son como auténticas costras que montaron su reino de Taifas sin que nadie les meta mano. Ni Ministerios, ni asociaciones ni sultancillos que por ahí se mueven llenándose la boca de representatividad, en galas, cenas y otras martingalas. Nadie nos va a contar ahora cómo está el precio del gasóleo, el de los peajes o el de los seguros. Ni tampoco de qué modo corren más las letras de la financiera que el propio camión. Al cinturón ya no le quedan más agujeros que hacerle para apretárselo un poco más. En la economía familiar no existen ya capítulos donde recortar. Sin embargo, coincidirán conmigo en que estamos viendo diariamente escenas en la carretera que hace muchísimo tiempo que no veíamos, por lo menos con la preocupante frecuencia de hoy. Son estampas de otros años.

La seguridad no es un lujo

No nos referimos más que a la proliferación de bandas de rodadura, trozos de caucho descuartizado y elementos metálicos que pueblan hoy el asfalto y los arcenes de nuestras carreteras. Como decía era una imagen que ya teníamos casi olvidada. Alguno podrá pensar que escribimos esto al dictado de fulanito o menganito de tal, de la casa de neumáticos Pascual, por decir algo. Pues no, de verdad que no. Comparto la carretera diariamente, alrededor de unos 120 km de plena A-2, y ese tramo, sobre todo ahora con los fuertes calores estivales, parece que se ha convertido, y perdónenme la frivolidad, en un parque temático del desguace del neumático. Marcas en el alquitrán de largas frenadas y un sinfín de trozos de goma, con dos o tres de mayor envergadura, en los que se adivinan la banda de rodadura troceada. Invertir en seguridad no es un lujo. Es una necesidad perentoria para no poner en riesgo nuestras vidas ni las de los demás usuarios de la red vial. Las cosas están como están. Lo decíamos al principio. Son como son. Pero no podemos descuidar un capítulo tan importante como el de los neumáticos. Se trata del único componente que mantiene el contacto de nuestro camión, de nuestro vehículo, con el suelo, con el asfalto por donde rodamos. Y cualquier incidencia sobre ellos puede tener causas irremediables. Puede conducirnos a un percance de dimensiones impensables.

Aunque sepamos valorar el estado de nuestras gomas, no está de más una visita a nuestro especialista de confianza. Nadie mejor que él nos aconsejará lo que debemos hacer. Los recauchutados de hoy día son muy buena solución y ofrecen toda la garantía de fábrica. Pero aquí lo dejamos. Ni queremos enmendar la plana a nadie, ni tratamos de ser profetas con nuestras líneas. Solamente queríamos hacer una llamada a la reflexión en vista de lo que tanto vosotros como yo nos estamos encontrando en los últimos meses en el asfalto caliente. Es una invitación a que entre todos trabajemos por la seguridad vial, por la reducción de víctimas en nuestras carreteras, ya que no existe nada más absurdo que dejarse la vida en el asfalto. Reflexionemos, puesto que eso sí que no tiene precio alguno.

Por otro lado, y nos trasladamos al vecino país, a esa Francia que casi siempre se convierte en un calvario para nuestros camioneros. Esa en la que quien más quien menos se ha visto secuestrado en alguna ocasión en una cuneta hasta que no ha pagado lo que le exigían los gendarmes. En la mayor parte de los casos, como tantas veces nos habéis denunciado en estas páginas, por la puñetera geta. Bueno, pues ahora parece que los “alonsenfantsdelapatrí” se van a democratizar y las multas por exceso de velocidad las tramitarán vía legal, o sea, solicitando los datos del infractor a la DGT y posteriormente enviarán la receta a casa. Ya no lo pararán a uno como un delincuente, ni lo harán salir de la autopista custodiado, o en un coche policial, hasta el cajero más próximo.

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