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Tambores de huelga

Como sucedía en las películas de Tarzán que solíamos ver en nuestra adolescencia cuando las tribus amigas pretendían algún encuentro, suena el tam tam de la movilización de un punto a otro de nuestra geografía. Hablan en algunos foros de arrimar los camiones a la cuneta y dejarlos varados en protesta por las condiciones actuales que sacuden el transporte por carretera. Pero lo cierto es que la situación por la que atraviesa no es nueva, las circunstancias quizás sí, ya que nunca habíamos conocido una etapa tan larga y asfixiante como la que atravesamos. Los que peinamos canas y lucimos hace algún tiempo la deslealtad del pelo en nuestras sienes recordamos sin duda alguna aquello que se llamó la crisis del 92.

El batacazo que sufrimos recién clausuradas las Olimpíadas de Barcelona, la Expo de Sevilla y la capitalidad cultural de Madrid, todo ello de la magnificencia de 1992. Después de aquellas fastuosidades vino la etapa fatua del post-92. Se paralizó todo como por efecto de una glaciación. En mi caso recuerdo perfectamente quién fue la primera persona que en el sector nos alertó de la situación irreal en que vivíamos. Patrick Mosca, un simpático francés que vino a España a ocupar la dirección comercial de Scania, vendría a decirnos que la situación en nuestro país era un tanto irreal, que las ventas caían en toda Europa y, en condiciones normales, pronto nos veríamos afectados también. Evidentemente que la profecía de Mosca no tardaría en cumplirse. Sin embargo, ni fue tan dañina, ni larga, ni asfixiante como la actual. Pero también fue muy dura para muchos, no sólo para el gremio del transporte. En nuestro caso buscamos cobijo con un acuerdo editorial en el Grupo Alesport. DAF, por ejemplo, suspendió pagos en febrero de 1993 al no poder renegociar un crédito de 150 millones de florines.

Salimos más fuertes

Parece que todo el mundo es coincidente al afirmar que de cualquier situación adversa uno resulta más curtido o fortalecido. Se aprende, eso sí, y es difícil que se vuelvan a repetir fallos que te conduzcan a una tesitura homónoma. Dicen que quien no tiene memoria está destinado a repetir la historia. Ignoramos que sea el caso que nos ocupa hoy día, porque no somos nosotros ni mucho menos los que nos hemos encauzado en esta crisis financiera, ética y moral, con un océano en el que naufragan más de 6 millones doscientos mil parados. Con una ministra de Trabajo que seguramente hoy día de San Isidro el labrador se habrá subido en una carreta para irse de peregrinación a El Rocío, para acariciar el manto de la Virgen y pedirle que coloque al personal… Lo que ya no sabemos es si de Fino Laina, de Montilla o de Moriles.

Por lo tanto no debe extrañarse uno si los tambores de huelga suenan con insistencia. Al contrario, lo que debe resultarnos insólito con la que está cayendo y con la que está aguantando el camionero, el transportista, el autónomo y las pymes del transporte por carretera es que los camiones no estén ya bloqueando las carreteras españolas desde hace semanas. Algo así como lo montan los italianos en su tierra: los “padroncini” trasalpinos dicen que a tal hora todo el mundo fuera de los camiones, estén donde estén, y ahí la tienen montada, con el resultado que todos hemos visto alguna vez, autopistas, carreteras nacionales, comarcales,… un bloqueo de tres pares y que salga el sol por Antequera o, en este caso, por Verona, que encima es la tierra de Romeo y Julieta.

Lo más decadente

O indigno de situaciones como ésta, en que los tam tam redoblan, donde incluso los transportistas llaman a la redacción para ver qué sabemos de la actitud gremial, es la falta de información en la que incurren esa especie de sanedrines, que se esconden bajo el epígrafe de asociación, y los seis o siete chiquilicuatro que las encabezan como si fueran amos, dueños y señores de las mismas, o todo a la vez. En Barcelona y provincia, Tarragona, Madrid y posiblemente Girona irán a la huelga los días 23 y 24 de mayo, si las asociaciones caciquiles como Transcalit o ACET, en el caso de la Ciudad Condal, no se avienen a negociar el convenio.

Y así estamos en esa especie de estado del hambre, de las ganas de comer y de los deshaucios, donde sólo impera la dictadura de la austeridad, donde los delitos que más aumentan son los del blanqueo de capital y donde el extremeño Carlos Floriano, el portavoz redomado y señoritingo del PP, dice urbi et orbi que “no nos ciegue el dato negativo de los 6 millones doscientos mil parados”. Ése es el auténtico drama, ésa es la auténtica tragedia nacional. A estas alturas sí que me resulta insólito, cuando nos consultan lectores por la postura, que los camiones no hayan bloqueado ya de Lepe hasta Saint Charles, desde A Coruña hasta Irún y desde Sevilla hasta Donosti, mientras en la Ruta de la Plata no caben ya más trailers en la cuneta.

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