Era apenas una veinteañera cuando Kremena Marinova, Emi, se subió por primera vez en un camión. Su sueño, entonces, pasaba por salir de su Bulgaria natal y labrarse un futuro en Europa.
En qué sector no era lo más importante. Llegó a Madrid en 2003 junto con su novio, Viktor, y tras una época limpiando casas decidieron regresar a su país, sacarse los carnets de transportista y probar suerte al volante.
Hoy, esta joven de 41 años ha hecho de Mallorca su hogar, sigue montada en un camión, feliz, y sonríe cuando le hacemos recordar aquellos inicios en la carretera casi sin hablar una palabra de castellano.
“Vinimos a Mallorca en 2005 ya con los carnets y empecé con un camión grúa en la construcción… fue horrible”, recuerda nuestra protagonista mientras instintivamente se quita el sudor de la frente. “Había mentido sobre la experiencia y lo primero que tuve que hacer fue sacar el vehículo de una calle estrechísima.
Tenía un miedo terrible. En realidad yo acababa de salir de la autoescuela y ya me ves por la autopista ¡a 60 kilómetros por hora!”.
Desde aquel día, la trayectoria de Emi se ha ido forjando en empresas de transporte mallorquinas de todo tipo —“menos portacoches he hecho de todo”, confiesa orgullosa—, prácticamente siempre haciendo tándem con su pareja, ya sea como doble conductor o en convoy uno detrás del otro “para pasar más tiempo juntos, aunque no siempre se puede”.
Romper estereotipos
La experiencia al volante la ganó a base de viajes nacionales e internacionales con tauliner, en una mezcla de asfalto y barco que terminó por convencerla de que esto era lo suyo.
“Ahora, con más confianza y experiencia, te puedo decir que es un trabajo que me encanta”, explica Emi desde la cabina del DAF XF con el que trabaja a diario para la empresa Ferratransgut. “Desde aquí arriba me siento la reina de la carretera, la jefa del vehículo, se ve todo, se controla todo”.
Llegar a este momento no ha sido sencillo, reconoce. Ser mujer y novata en un oficio de hombres fue una losa que costó mover.
En una de las primeras empresas a cuya puerta Emi y Viktor llamaron, el responsable apenas se dignó a hablar con ella, pese a que la pareja solicitaba dos puestos de trabajo. “Yo era jovencita, aún no hablaba muy bien español —recuerda nuestra protagonista— y el jefe, que nos tenía a los dos en frente, solo hablaba con mi novio, ni me miraba.
De hecho ni me cogió el permiso de conducir. No se fiaba nada”. Al final, ella se quedó sin plaza de trabajo y a su pareja sí se la dieron. “Han pasado ya años y, ahora, cuando nos encontramos con este empresario, nos reímos recordando ese día. Me dice: ¡hoy te elegiría a ti antes que a tu novio!”. En 2005, Emi fue la primera mujer camionera en la isla. Obviamente no fue fácil romper los estereotipos.
Deporte, charla y tablet
Este verano que arranca es la tercera temporada que Emi trabaja para Ferratransgut. Ha llevado de todo, desde cisternas ADR hasta frigoríficos, siempre con el barco como medio para llegar a la Península y de allí en ruta nacional al resto de España.
En la actualidad, se centra casi exclusivamente en hacer viajes con barriles de cerveza vacíos rumbo a Barcelona para recargarlos allí y volver a Palma. Apenas hace kilómetros al volante y se pasa la mayor parte del tiempo, de domingo a viernes, embarcada. Aunque circular le encanta, la vida en el barco no se le hace pesada.
“Es verdad que me gusta hacer kilómetros, pero demasiados, tampoco”, explica la búlgara. “Me gusta estar en el barco, hay más gente, todos somos amigos y se me hace ameno”. La soledad en alta mar no es una amenaza para ella. Si se cansa de la charla, solo necesita ropa de deporte para entretenerse.
“De pequeña hacía gimnasia artística y siempre he hecho deporte. Ahora, embarcada, tengo más tiempo que cuando hacía nacional. He vuelto a retomar la actividad y estoy contenta. Tenemos piscina en el barco y zona de ejercicios. Me llevo las pesas y me pongo una hora o dos a entrenar”. Y después, mucha película y música en la tablet. “Si hay Internet, no hay problema”.
A sus 41 años, Emi domina el oficio como cualquiera de sus compañeros, y ya se ha hecho un hueco en la familia de transportistas embarcados. Es una más. Hasta invierno ya no tendrá vacaciones, pero no le importa.
Su objetivo es conseguir hacerse una casa en el campo junto a Viktor —están en ello— y tener algo de tiempo para ir a pescar en barca, otra de sus aficiones. Tesón le sobra.