Por trono, nuestra cabina, y por reina, la carretera. ¿Piedras en el camino? Muchas, y cada vez más difíciles de sortear. ¿Gente que nos comprenda? Exagerado sería decir que nadie, pero desde luego menos de la que quisiéramos. Eso sí, cuando dejamos por un momento de rodar y rodar y juntamos en uno solo nuestros destinos, aunque sea por un día, nos sentimos como Di Caprio gritando aquello de “¡Somos los reyes del mundo!”.
Lo del Truck Doble Embrague de Palencia es muy alentador por donde quiera que se vea, ya que su voluntad y entusiasmo ejercen de puro imán, que atrae corazones de hierro forjado. Sí, es alentador por (haciendo honor a su nombre) doble motivo: ser un club advenedizo, en estos tiempos que parecen no invitar a comprometerse en nombre de un colectivo, y ser jóvenes con piel de jóvenes, pues todo el mundo conocemos auténticos momios camuflados en el cuerpo de un veinteañero.
Y es que en esta España de hoy, reconozcámoslo, si ya cuesta ver a alguien por debajo de los 50 años en una asociación de vecinos, un sindicato o la comisión de fiestas de cualquier pueblo, imaginaos ya en un San Cristóbal. Los chavales -porque son chavales- que llevan el timón del club nos devuelven a aquel innato tesoro que casi siempre fue nuestra principal seña de identidad: la vocación. “Cada día me la intentan quitar, desde el momento mismo en que subo al camión – me dice uno de ellos, hablando precisamente de eso, de la vocación-, pero eso es imposible, pues no me veo en otra que no sea este volante”. “Yo -dice otro, más extremado aún- es que duermo dos días en la cama de mi casa y ya me duele la espalda de no dormir en el camión”. “En mi cabina es el único sitio en el que duermo 8 horas seguidas -refrendaba un tercero-”.
Así son estos prendas, y eso un somelier de almas camioneras lo huele a mil kilómetros de distancia. Por eso estaban ahí, venidos de otras tierras, los más preciados buscadores de tornados: Los Miguel Ángel, Conchi y Macías, de esa Torrelavega que hoy nadie se puede enfadar si se cita como auténtica referencia en España en materia de concentraciones camioneras; los Kántabros en el Jarama, cada día más guapos, que trajeron a Palencia una exhibición de corte de troncos; los trucks de Pepillo, venidos de Murcia, o cualquiera de esas perlas humanas de las que van por libre, como Carlos, desde Toledo, Ismael o Ana Landaluce.
Decía un tal Albert Einstein, al que no conocí personalmente pero que al parecer tonto no era: “Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla… callar en la crisis es exaltar el conformismo”. En Palencia, ni se callan, ni menos aún se conforman. No quieren un Nobel por ello, sino sólo que les dejen trabajar como profesionales del transporte, doblando embrague si hace falta.
Si quieres acceder a todas las imágenes de esta concentración haz clic en Galería de fotos