Seguro que a estas alturas de la película tanto ustedes como nosotros estamos ya hasta el gollete de oír hablar de rescates, del pastizal que todavía hay que inyectar a los bancos para sanearlos y de la parejita de moda, Merkel-Sarkozy, que aunque no salgan en las portadas ni en las páginas del papel cuché o en los programas televisivos de amoríos, los tenemos hasta en la sopa.
Luego están los bancos de inversión mundial, como Goldman Sachs. También eso que llaman las agencias de calificación, de las que, por lo visto, destaca Moody’s. Al parecer a esta última se le atribuye omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia, ya que es la que certifica eso que llaman prima de riesgo, a través de los niveles crediticios, obligaciones del estado, emisión de bonos y otras variantes de la especulación. Los que más entienden de Moody’s son nuestros vecinos portugueses, que no dudaron en calificar las actividades de la agencia como terrorismo financiero, no sin antes bloquear sus páginas en todos los servidores de Portugal.
Al margen de que podamos juzgar o no la praxis de la citada, uno tiene cada vez más claro que el único peligro que se corre en toda esta historia es el nuestro. Nosotros estamos más vendidos que un trapecista saltando sin red, que el único riesgo es el nuestro: que somos los auténticos primos del riesgo. Vean si no quién se expone un día sí y otro también a toda esa lista de despropósitos y zancadillas con que nos han obsequiado los bancos mundiales de inversión, junto al sanedrín que componen las descalificatorias agencias y su troupe de corifeos, palmeros que desde cualquier gobierno europeo transmiten sus normas del juego a quienes saltamos sin red. ¿O no les parece poco riesgo hipotecar el patrimonio familiar para comprarse un camión por no ser un número más en amplia las cifras de parados? ¿Y llenar un tanque de combustible, con el precio del gasóleo exprimiéndonos cada día un poco más, para hacer un porte por el que te van a pagar lo mismo que hace quince años? Podríamos seguir pero lo vamos a dejar ahí, porque todavía tienen que subirnos la tarjeta del metro, el kilovatio de la luz, el metro cúbico del gas ciudad y el del agua…
Más adelante vendrán los peajes en las autovías porque muchos de los planes de viabilidad de las autopistas que se han inaugurado en los últimos diez o doce años tienen un futuro todavía más incierto que el aeropuerto de Ciudad Real. Ahí tenemos el ejemplo más próximo, que es el que une Cartagena con Vera, a punto de la quiebra. ¿Realmente, quién corre con todos los riesgos? ¡¡Ah!!, y perdonen por la autocalificación del titular. No quisimos que nadie se sintiese ofendido. En fin, a pesar de ellos, no queremos dejar pasar estas líneas para desearles a nuestros lectores, amigos, colaboradores y clientes, un 2012 lleno de salud, paz y amor. En el que se cumplan esos buenos deseos que todos esperamos.